Page 331 - Drácula
P. 331

Drácula de Bram Stoker


                         Mientras el paciente hablaba, van Helsing lo miraba sin
                  parpadear, pero alargó la mano, tomó la mía y me la apretó con
                  fuerza. Sin embargo, no se traicionó; asintió ligeramente y dijo
                  en voz muy baja:
                         —Continúe.
                         Renfield continuó diciendo:
                         —Llegó hasta la ventana en medio de la niebla, como lo
                  había visto antes, con frecuencia; pero entonces era algo sólido,
                  no un fantasma, y sus ojos eran feroces, como los de un hombre
                  encolerizado. Su boca roja estaba riendo y sus dientes blancos y
                  agudos brillaban bajo el resplandor de la luna, al tiempo que
                  miraba hacia los árboles, hacia donde los perros estaban la
                  drando. No le pedí que entrara al principio, aunque sabía que
                  deseaba hacerlo... como había querido hacerlo siempre. Luego,
                  comenzó a prometerme cosas..., no con palabras sino haciéndo
                  las verdaderamente.
                         Fue interrumpido por una palabra del profesor.
                         —¿Cómo?

                         —Haciendo que las cosas sucedieran; del mismo modo
                  que acostumbraba mandarme las moscas cuando brillaba el sol.
                  Grandes moscas bien gordas, con acero y zafiros en sus alas; y
                  enormes palomillas, por las noches, con calaveras y tibias cru
                  zadas.
                         Van Helsing asintió en dirección al oído, al mismo tiempo
                  que me susurraba a mí, de manera inconsciente:
                         —La Acherontia Atropos de las Esfinges, lo que ustedes
                  llaman la "polilla de la calavera", ¿no es así?
                         El paciente continuó hablando, sin hacer ninguna pausa:
                         —Entonces comenzó a susurrar: "¡Ratas, ratas, ratas!
                  Cientos, miles, millones de ellas y cada una de ellas es una vida;
                  y perros para comerlas y también gatos. ¡Todos son vida! Todos
                  tienen sangre roja con muchos años de vida en ellos; ¡no sólo
                  moscas zumbadoras!" Yo me reí de él, debido a que deseaba
                  ver qué podía hacer. Entonces, los perros aullaron, a lo lejos,
                  más allá de los árboles oscuros, en su casa. Me hizo acercarme
                  a la ventana. Me puse en pie, miré al exterior y él alzó los brazos
                  y pareció estar llamando a alguien, sin pronunciar una sola pala
                  bra. Una masa oscura se extendió sobre el césped y avanzó




                                             330
   326   327   328   329   330   331   332   333   334   335   336