Page 340 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker
—Ahora, querida señora Harker, díganos qué ha sucedi
do, con exactitud. Dios sabe que no quiero causarle ninguna
pena, pero es preciso que lo sepamos todo, ya que ahora, más
que nunca, tenemos que llevar a cabo todo el trabajo con rapi
dez y eficacia y con una urgencia mortal. Se acerca el día en
que debe terminarse todo, si es posible, y si tenemos la oportu
nidad de poder vivir y aprender.
La pobre señora se estremeció violentamente y pude
advertir la tensión de sus nervios, abrazándose a su esposo con
mayor fuerza y haciendo que su cabeza descendiera todavía
más sobre su pecho. Luego, levantó la cabeza orgullosamente y
tendió una mano que van Helsing tomó y, haciendo una reveren
cia, la besó respetuosamente y la conservó entre sus propias
manos. La otra mano de la señora Harker estaba sujeta en una
de las de su esposo, que, con el otro brazo, rodeaba su talle
protectoramente. Al cabo de una pausa en la que estuvo obvia
mente ordenando sus pensamientos, comenzó:
—Tomé la droga que usted, con tanta amabilidad, me
entregó, pero durante bastante tiempo no me hizo ningún efecto.
Me pareció estar cada vez más despierta, e infinidad de fantas
mas comenzaron a poblar mi imaginación... Todas ellas relativas
ala muerte y a los vampiros, ala sangre, al dolor y ala desespe
ración —su esposo gruñó involuntariamente, al tiempo que ella
se volvía hacia Jonathan y le decía amorosamente—: No te irri
tes, cariño. De es ser valeroso y fuerte, para ayudarme en esta
terrible prueba. Si supieras qué esfuerzo tan grande me cuesta
simplemente hablar de este asunto tan horrible, comprenderías
lo mucho que necesito tu ayuda. Bueno, comprendí que debía
tratar de ayudar a la medicina para que hiciera efecto, por medio
de mi propia voluntad, si es que quería que me sirviera de algo.
Por consiguiente, resueltamente, me esforcé en dormir. Estoy
segura de que debí dormirme inmediatamente, puesto que no
recuerdo nada más. Jonathan, al entrar, no me despertó, puesto
que mi recuerdo siguiente es que estaba a mi lado. Había en la
habitación la misma niebla ligera que había visto antes. Pero no
recuerdo si tienen ustedes conocimiento de ello; encontrarán
todo al respecto en mi diario, que les mostraré más tarde. El
mismo terror vago de la otra vez se apoderó de mí y tuve el
mismo sentimiento de que había alguien en la habitación. Me
volví para despertar a Jonathan, pero descubrí que dormía tan
profundamente, que más bien parecía que era él y no yo quien
había tomado la droga.
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