Page 344 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker



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                        Del diario de Jonathan Harker


                              de octubre. Tengo que hacer algo, si no quiero
                         3    volverme loco; por eso estoy escribiendo en este
                              diario. Son ahora las seis de la mañana, y tenemos
                              que reunirnos en el estudio dentro de media hora,
                              para comer algo, puesto que el doctor Seward y el
                  profesor van Helsing están de acuerdo en que si no comemos
                  nada no estaremos en condiciones de hacer nuestro mejor tra
                  bajo. Dios sabe que hoy necesitaremos darlo mejor de cada uno
                  de nosotros. Tengo que continuar escribiendo, cueste lo que
                  cueste, ya que no puedo detenerme a pensar. Todo, los peque
                  ños detalles tanto como los grandes, debe quedar asentado;
                  quizá los detalles insignificantes serán los que nos sirvan más,
                  después. Las enseñanzas, buenas o malas, no podrán habernos
                  hecho mayor daño a Mina y a mí que el que estamos sufriendo
                  hoy. Sin embargo, debemos tener esperanza y confianza. La
                  pobre Mina me acaba de decir hace un momento, con las lágri
                  mas corriéndole por sus adoradas mejillas, que es en la adversi
                  dad y la desgracia cuando debemos demostrar nuestra fe... Que
                  debemos seguir teniendo confianza, y que Dios nos ayudará
                  hasta el fin. ¡El fin! ¡Oh, Dios mío! ¿Qué fin…? ¡A trabajar! ¡A
                  trabajar!
                         Cuando el doctor van Helsing y el doctor Seward regre
                  saron de su visita al pobre Renfield, discutimos gravemente lo
                  que era preciso hacer. Primeramente, el doctor Seward nos dijo
                  que cuando él y el doctor van Helsing habían descendido a la
                  habitación del piso inferior, habían encontrado a Renfield tendido
                  en el suelo. Tenía el rostro todo magullado y aplastado y los
                  huesos dela nariz rotos.
                         El doctor Seward le preguntó al asistente que se encon
                  traba de servicio en el pasillo si había oído algo. El asistente le
                  dijo que se había sentado y estaba semidormido, cuando oyó
                  fuertes voces en la habitación del paciente y a Renfield que gri
                  taba con fuerza varias veces: "¡Dios! ¡Dios! ¡Dios!" Después de
                  eso, oyó el ruido de una caída y, cuando entró en la habitación,
                  lo encontró tendido en el suelo, con el rostro contra el suelo, tal y




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