Page 346 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker


                  tros, cada uno a su manera, teníamos una ligera idea de lo que
                  deseaba decir.
                         Su respuesta fue dada con toda sencillez, como si estu
                  viera simplemente constatando un hecho seguro:

                         —Porque si encuentro en mí (y voy a vigilarme con todo
                  cuidado) algún signo de que pueda ser causa de daños para
                  alguien a quien amo, ¡debo morir!
                         —¿Se matará usted misma? —preguntó van Helsing,
                  con voz ronca.
                         —Lo haré, si no hay ningún amigo que desee salvarme,
                  evitándome ese dolor y ese esfuerzo desesperado.

                         Mina miró al profesor gravemente, al tiempo que habla
                  ba. Van Helsing estaba sentado, pero de pronto se puso en pie,
                  se acercó a ella y, poniéndole suavemente la mano sobre la
                  cabeza, declaró solemnemente:

                         —Amiga mía, hay alguien que estaría dispuesto a hacer
                  lo si fuera por su bien. Puesto que yo mismo estaría dispuesto a
                  responder de un acto semejante ante Dios, si la eutanasia para
                  usted, incluso en este mismo momento, fuera lo mejor, resultara
                  necesaria. Pero, querida señora...
                         Durante un momento pareció ser víctima de un choque
                  emocional y un enorme sollozo fue ahogado en su garganta;
                  tragó saliva y continuó:
                         —Hay aquí varias personas que se levantarían entre us
                  ted y la muerte. No debe usted morir de ninguna manera, y me
                  nos todavía por su propia mano. En tanto el otro, que ha intoxi
                  cado la dulzura de su vida, no haya muerto, no debe usted tam
                  poco morir; porque si existe él todavía entre los muertos vivos, la
                  muerte de usted la convertiría exactamente en lo mismo que es
                  él. ¡No! ¡Debe usted vivir! Debe luchar y esforzarse por vivir, ya
                  que la muerte sería un horror indecible. Debe usted luchar contra
                  la muerte, tanto si le llega a usted en medio de la tristeza o de la
                  alegría; de día o de noche; a salvo o en peligro. ¡Por la salvación
                  de su alma le ruego que no muera y que ni siquiera piense en la
                  muerte, en tanto ese monstruo no haya dejado de existir!
                         Mi pobre y adorada esposa se puso pálida como un ca
                  dáver y se estremeció violentamente, como había visto que se
                  estremecían las arenas movedizas cuando alguien caía entre
                  ellas. Todos guardábamos silencio; nada podíamos hacer. Fi



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