Page 342 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker
—Luego, me habló burlonamente: "¡De modo que usted,
como los demás, quería enfrentar su inteligencia ala mía! ¡Que
ría ayudara esos hombres a aniquilarme y a frustrar mis planes!
Ahora ya sabe usted y todos ellos saben en parte y sabrán ple
namente antes de que pase mucho tiempo, qué significa cruzar
se en mi camino. Debieron guardar sus energías para usarlas
más cerca de sus hogares. Mientras hacían planes para enfren
tarse a mí... A mí que he dirigido naciones, que he intrigado por
ellas y he luchado por ellas, cientos de años antes de que ellos
nacieran, yo los estaba saboteando. Y usted, la bienamada de
todos ellos, es ahora mía; es carne de mi carne, sangre de mi
sangre, familiar de mi familia; mi prensa de vino durante cierto
tiempo; y, más adelante, será mi compañera y ayudante. Será
usted vengada a su vez, puesto que ninguno de ellos podrá su
plir sus necesidades. Pero ahora debo castigarla por lo que ha
hecho aliándose a los demás para combatirme. De ahora en
adelante acudirá a mi llamado. Cuando mi mente ordene, pen
sando en usted, cruzará tierras y mares si es preciso para acudir
a mi lado y hacer mi voluntad, y para asegurarme de ello, ¡mire
lo que hago!" Entonces, se abrió la camisa, y con sus largas y
agudas uñas, se abrió una vena en el pecho. Cuando la sangre
comenzó a brotar, tomó mis manos en una de las suyas, me las
apretó con firmeza y, con su mano libre, me agarró por el cuello
y me obligó a apoyar mi boca contra su herida, de tal modo que
o bien me ahogaba o estaba obligada a tragar... ¡Oh, Dios mío!
¡Dios mío! ¿Qué he hecho? ¿Qué he hecho para merecer un
destino semejante, yo, que he intentado permanecer en el ca
mino recto durante todos los días de mi vida? ¡Ten piedad de mí,
Dios mío! ¡Baja tu mirada sobre mi pobre alma que está sujeta a
un peligro más que mortal! ¡Compadécete de mí!
Entonces, comenzó a frotarse los labios, como para evi
tar la contaminación.
Mientras narraba su terrible historia, el cielo, al oriente,
comenzó a iluminarse, y todos los detalles de la habitación fue
ron apareciendo con mayor claridad. Harker permanecía inmóvil
y en silencio, pero en su rostro, conforme el terrible relato avan
zaba, apareció una expresión grisácea que fue profundizándose
a medida que se hacía más clara la luz del día; cuando el res
plandor rojizo del amanecer se intensificó, su piel resaltaba, muy
oscura, contra sus cabellos, que se le iban poniendo blancos.
Hemos tomado disposiciones para permanecer siempre uno de
nosotros atento al llamado de la infeliz pareja, hasta que poda
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