Page 348 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker


                  hemos atrapado y destruido, tendremos que hacerlo caer en
                  alguna trampa, en algún lugar en el que su captura y aniquila
                  ción resulten seguras, en tiempo apropiado.
                         En ese momento me puse en pie, debido a que no me
                  era posible contenerme al pensar que los segundos y los minu
                  tos que estaban cargados con la vida preciosa de mi adorada
                  Mina y con su felicidad, estaban pasando, puesto que mientras
                  hablábamos, era imposible que emprendiéramos ninguna ac
                  ción. Pero van Helsing levantó una mano, conteniéndome.
                         —No, amigo Jonathan —me dijo—. En este caso, el ca
                  mino más rápido para llegara casa es el más largo, como dicen
                  ustedes. Tendremos que actuar todos, con una rapidez desespe
                  rada, cuando llegue el momento de hacerlo. Pero creo que la
                  clave de todo este asunto se encuentra, con toda probabilidad,
                  en su casa de Piccadilly. El conde debe haber adquirido varias
                  casas, y debemos tener de todas ellas las facturas de compra,
                  las llaves y diversas otras cosas. Tendrá papel en que escribir y
                  su libreta de cheques. Hay muchas cosas que debe tener en
                  alguna parte y, ¿por qué no en ese lugar central, tan tranquilo, al
                  que puede entrar o del que puede salir, por delante o por detrás,
                  en todo momento, de tal modo que en medio del intenso tráfico,
                  no haya nadie que se fije siquiera en él? Debemos ir allá y regis
                  trar esa casa y, cuando sepamos lo que contiene, haremos lo
                  que nuestro amigo Arthur diría, refiriéndose a la caza: "deten-
                  dremos las tierras", para perseguir a nuestro viejo zorro. ¿Les
                  parece bien?
                         —¡Entonces, vamos inmediatamente! —grité—. ¡Esta
                  mos perdiendo un tiempo que nos es precioso!

                         El profesor no se movió, sino que se limitó a decir:
                         —¿Y cómo vamos a poder entrar a esa casa de Piccadi
                  lly?
                         —¡De cualquier modo! —exclamé—. Por efracción, si es
                  necesario.
                         —Y la policía de ustedes, ¿dónde estará y qué dirá?
                         Estaba desesperado, pero sabía que, si esperaba, tenía
                  una buena razón para hacerlo. Por consiguiente, dije, con toda la
                  calma de que fui capaz:







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