Page 387 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker


                         Más tarde. ¡Qué extraño es todo! Estuve observando el
                  rostro de Mina, que reflejaba tanta felicidad, y estuve tan cerca
                  de sentirme yo mismo feliz un momento, como nunca hubiera
                  creído que fuera posible otra vez. Conforme avanzó la tarde y la
                  tierra comenzó a cubrirse de sombras proyectadas por los obje
                  tos a los que iluminaba la luz del sol que comenzaba a estar
                  cada vez más bajo, el silencio de la habitación comenzó a pare
                  cerme cada vez más solemne. De repente, Mina abrió los ojos y,
                  mirándome con ternura, me dijo:
                         —Jonathan, deseo que me prometas algo, dándome tu
                  palabra de honor. Será una promesa que me harás a mí, pero de
                  manera sagrada, teniendo a Dios como testigo, y que no debe
                  rás romper, aunque me arrodille ante ti y te implore con lágrimas
                  en los ojos. Rápido; debes hacerme esa promesa inmediatamen
                  te.
                         —Mina —le dije—, no puedo hacerte una promesa de
                  ese tipo inmediatamente. Es posible que no tenga derecho a
                  hacértela.
                         —Pero, querido —dijo con una tal intensidad espiritual
                  que sus ojos refulgían como si fueran dos estrellas polares—,
                  soy yo quien lo desea, y no por mí misma. Puedes preguntarle al
                  doctor van Helsing si no tengo razón; si no está de acuerdo,
                  podrás hacer lo que mejor te parezca. Además, si están todos de
                  acuerdo, quedarás absuelto de tu promesa.

                         —¡Te lo prometo! —le dije; durante un momento, pareció
                  sentirse extraordinariamente feliz, aunque en mi opinión, toda
                  felicidad le estaba vedada, a causa de la cicatriz que tenía en la
                  frente.
                         —Prométeme que no me dirás nada sobre los planes
                  que hagan para su campaña en contra del conde —me dijo—. Ni
                  de palabra, ni por medio de inferencias ni implicaciones, en tanto
                  conserve esto.
                         Y señaló solemnemente la cicatriz de su frente. Vi que
                  estaba hablando en serio y le dije solemnemente también:

                         —¡Te lo prometo!
                         Y en cuanto pronuncié esas palabras comprendí que
                  acababa de cerrarse una puerta entre nosotros.
                         Más tarde, a la medianoche. Mina se ha mostrado alegre
                  y animada durante toda la tarde. Tanto, que todos los demás



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