Page 389 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker
—Ya lo sé. Por eso que debo ir. Puedo decírselo a uste
des ahora, cuando el sol va a salir; es posible que no pueda
hacerlo más tarde. Sé que cuando el conde me quiera a su lado,
tendré que ir. Sé que si me dice que vaya en secreto, tendré que
ser astuta y no me detendrá ningún obstáculo... Ni siquiera Jo
nathan.
Dios vio la mirada que me dirigió al tiempo que hablaba,
y si había allí presente uno de los ángeles escribanos, esa mira
da ha debido quedar anotada para honor eterno de ella. Lo único
que pude hacer fue tomarla de la mano, sin poder hablar; mi
emoción era demasiado grande para que pudiera recibir el con
suelo de las lágrimas. Continuó hablando:
—Ustedes, los hombres, son valerosos y fuertes. Son
fuertes reunidos, puesto que pueden desafiar juntos lo que des
trozaría la tolerancia humana de alguien que tuviera que guar
darse solo. Además, puedo serles útil, puesto que puede usted
hipnotizarme y hacer que le diga lo que ni siquiera yo sé.
El profesor hizo una pausa antes de responder.
—Señora Mina, es usted, como siempre, muy sabia. De
be usted acompañarnos, y haremos juntos lo que sea necesario
que hagamos.
El largo silencio que guardó Mina me hizo mirarla. Había
caído de espaldas sobre las almohadas, dormida; ni siquiera
despertó cuando levanté las persianas de la ventana y dejé que
la luz del sol iluminara plenamente la habitación. Van Helsing me
hizo seña de que lo acompañara en silencio. Fuimos a su habi
tación y, al cabo de un minuto, lord Godalming, el doctor Seward
y el señor Morris estuvieron también a nuestro lado. Les explicó
lo que le había dicho Mina y continuó hablando:
—Por la mañana, debemos salir hacia Varna. Debemos
contar ahora con un nuevo factor: la señora Mina. Pero su alma
es pura. Es para ella una verdadera agonía decirnos lo que nos
ha dicho, pero es muy acertado, y así estaremos advertidos a
tiempo. No debemos desaprovechar ninguna oportunidad y, en
Varna, debemos estar dispuestos a actuar en el momento en
que llegue ese barco.
—¿Qué deberemos hacer exactamente? —preguntó el
señor Morris, con su habitual laconismo.
El profesor hizo una pausa, antes de responder.
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