Page 394 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker
—Esa es mi contribución —no pude evitar el observar el
empleo de esas palabras en aquellas circunstancias y dichas
con una seriedad semejante—. ¿Cuál será la contribución de
cada uno de ustedes? La vida, lo sé continuó diciendo rápida
mente—; eso es fácil para los hombres valientes. Sus vidas son
de Dios y pueden ustedes devolverle lo que le pertenece, pero,
¿qué es lo que van a darme a mí?
Volvió a mirarnos inquisitivamente, pero esta vez evitó
posar su mirada en el rostro de su esposo.
Quincey pareció comprender, asintió y el rostro de la se
ñora Harker se iluminó.
—Entonces, debo decirles claramente qué deseo, pues
to que no deben quedar dudas a este respecto entre todos noso
tros. Deben ustedes prometerme, todos juntos y uno por uno,
incluyéndote a ti, mi amado esposo, que, si se hace necesario,
me matarán.
—¿Cuándo será, eso? —la voz era de Quincey, pero era
baja y llena de tensión.
—Cuando estén ustedes convencidos de que he cam
biado tanto que es mejor que muera a que continúe viviendo.
Entonces, cuando mi carne esté muerta, sin un momento de
retraso, me atravesarán con una estaca, me cortarán la cabeza
o harán cualquier cosa que pueda hacerme reposar en paz.
Quincey fue el primero en levantarse después de la pau
sa. Se arrodilló ante ella y, tomándole la mano, le dijo solemne
mente:
—Soy un tipo vulgar que, quizá, no he vivido como debe
hacerlo un hombre para merecer semejante distinción; pero le
juro a usted, por todo cuanto me es sagrado y querido que, si
alguna vez llega ese momento, no titubearé ni trataré de evadir
me del deber que usted nos ha impuesto. ¡Y le prometo también
que me aseguraré, puesto que si tengo dudas, consideraré que
ha llegado el momento!
—¡Mi querido amigo! —fue todo lo que pudo decir en
medio de las lágrimas que corrían rápidamente por sus mejillas,
antes de inclinarse y besarle a Morris la mano.
—¡Yo le juro lo mismo, señora Mina! —dijo van Helsing.
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