Page 396 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker


                         "Una petición más —se hizo muy solemne al decirlo—.
                  No es nada vital ni necesario como la otra petición, pero deseo
                  que hagan algo por mí, si así lo quieren."
                         Todos asentimos, pero nadie dijo nada; no había nece
                  sidad de hablar.
                         —Quiero que lean ustedes el Oficio de Difuntos.
                         Un fuerte gemido de su esposo la interrumpió; tomó su
                  mano entre las suyas, se la llevó al corazón y continuó:
                         —Algún día tendrás que leerlo sobre mí, sea cual sea el
                  final de este terrible estado de cosas. Será un pensamiento dul
                  ce para todos o para algunos de nosotros. Tú, amor mío, espero
                  que serás quien lo lea, porque así será tu voz la que recuerde
                  para siempre, pase lo que pase.

                         —¿Debo leer eso, querida mía? —preguntó Jonathan.
                         —¡Eso me consolará, esposo mío! —fue todo lo que dijo
                  ella.
                         Y Jonathan comenzó a leer, después de preparar el li-
                  bro.
                         ¿Cómo voy a poder, cómo podría alguien, describir
                  aquella extraña escena, su solemnidad, su lobreguez, su triste
                  za, su horror y, sin embargo, también su dulzura?
                         Incluso un escéptico, que solamente pudiera ver una far
                  sa de la amarga verdad en cualquier cosa sagrada o emocional,
                  se hubiera impresionado profundamente, al ver a aquel pequeño
                  grupo de amigos devotos y amantes, arrodillados en torno a
                  aquella triste y desventurada dama; o sentir la tierna pasión que
                  tenía la voz de su esposo, cuyo tono era tan emocionado que
                  frecuentemente tenía que hacer una pausa, leyendo el sencillo y
                  hermoso Oficio de Difuntos. No... No puedo continuar, las pala
                  bras y la voz... me faltan.
                         Su instinto no la engañó. Por extraño que pareciera y
                  que fuera, y que, sobre todo, pueda parecer después incluso a
                  nosotros, que en ese momento pudimos sentir su poderosa in
                  fluencia, nos consoló mucho; y el silencio que precedía ala pér
                  dida de libertad espiritual de la señora Harker, no nos pareció
                  tan lleno de desesperación como todos nosotros habíamos temi
                  do.





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