Page 395 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker
—¡Y yo! —dijo lord Godalming, arrodillándose ambos,
por turno, ante ella, para hacer su promesa.
Los seguí yo mismo.
Entonces, su esposo se volvió hacia ella, con rostro des
compuesto y una palidez verdosa que se confundía con la blan
cura de su cabello, y preguntó:
—¿Debo hacerte yo también esa promesa, esposa mía?
—Tú también, amor mío —le respondió ella, con una lás
tima infinita reflejada en sus ojos y en su voz—. No debes vaci
lar. Tú eres el más cercano y querido del mundo para mí; nues
tras almas están fundidas en una por toda la vida y todos los
tiempos.
Piensa, querido, que ha habido épocas en las que hom
bres valerosos han matado a sus esposas y a sus hijas, para
impedir que cayeran en manos de sus enemigos. Sus manos no
temblaron en absoluto, debido a que aquellas a quienes amaban
les pedían que acabaran con ellas. ¡Es el deber de los hombres
para quienes aman, en tiempos semejantes de dura prueba! Y,
amor mío, si la mano de alguien debe darme la muerte, deja que
sea la mano de quien más me ama. Doctor van Helsing, no he
olvidado la gracia que le hizo usted a la persona que más ama
ba, en el caso de la pobre Lucy —se detuvo, sonrojándose lige
ramente, y cambió su frase—, al que más derecho tenía a darle
la paz. Si se presenta otra vez una ocasión semejante cuento
con usted para que establezca ese recuerdo en la vida de mi
esposo, que sea su mano amorosa la que me libere de esa terri
ble maldición que pesa sobre mí.
—¡Lo juro nuevamente! —dijo el profesor, con voz reso
nante.
La señora Harker sonrió, verdaderamente sonrió, al
tiempo que con un verdadero suspiro se echaba hacia atrás y
decía:
—Ahora, quiero hacerles una advertencia; una adverten
cia que nunca puedan olvidar: esta vez, si se presenta, puede
hacerlo con rapidez y de manera inesperada, y en ese caso, no
deben perder tiempo en aprovechar esa oportunidad. En ese
momento puedo estar yo misma..., mejor dicho, si llega ese mo
mento, lo estaré... Aliada a nuestro enemigo, en contra de uste
des.
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