Page 392 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker



                                         XXV



                         Del diario del doctor Seward



                                   de octubre, por la noche. Jonathan Harker
                                   me ha pedido que tome nota de todo esto, ya
                         11        que dice no estar en condiciones de encar
                                   garse de esta tarea, y que desea que man
                                   tengamos un registro preciso de los aconte
                  cimientos.
                         Creo que ninguno de nosotros se sorprendió cuando nos
                  pidieron que fuéramos a ver a la señora Harker, poco antes de la
                  puesta del sol. Hacía tiempo que habíamos llegado todos a
                  comprender que el momento dela salida del sol y el de su pues
                  ta eran momentos durante los que gozaba ella de mayor libertad;
                  cuando su antigua personalidad podía manifestarse sin que nin
                  guna fuerza exterior la subyugara, la limitara o la incitara a entrar
                  en acción. Esa condición o humor comienza siempre como me
                  dia hora antes de la puesta del sol y de su salida, y dura hasta
                  que el sol se encuentra alto, o hasta que las nubes, con el sol
                  oculto, brillan todavía por los rayos de luz que brotan del hori
                  zonte. Al principio, se trata de una especie de condición negati
                  va, como si se rompiera algún asidero y, a continuación, se pre
                  senta rápidamente la libertad absoluta; sin embargo, cuando
                  cesa la libertad, el retroceso tiene lugar muy rápidamente, pre
                  cedido solamente por un período de silencio, que es una adver
                  tencia.
                         Esta noche, cuando nos reunimos, parecía estar repri
                  mida y mostraba todos los signos de una lucha interna. Sin em
                  bargo, vi que hizo un violento esfuerzo en cuanto le fue posible.
                         Sin embargo, unos cuantos minutos le dieron control
                  completo de sí misma; luego, haciéndole a su esposo una seña
                  para que se sentara junto a ella, en el diván, donde estaba me
                  dio reclinada, hizo que todos los demás acercáramos nuestras
                  sillas.
                         Luego, tomando una mano de su esposo entre las su
                  yas, comenzó a decir:





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