Page 384 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker


                         Un escalofrío me recorrió la espina dorsal, al ver que mis
                  suposiciones eran confirmadas de ese modo. Van Helsing conti
                  nuó:
                         —Con la triste experiencia de la señorita Lucy, debemos
                  estar prevenidos esta vez, antes de que las cosas vayan dema
                  siado lejos. Nuestra tarea es, ahora, en realidad, más difícil que
                  nunca, y este problema hace que cada hora que pasa sea de la
                  mayor importancia. Veo las características del vampiro aparecer
                  en su rostro. Es todavía algo muy ligero, pero puede verse si se
                  le observa sin prejuicios. Sus dientes son un poco más agudos
                  y, a veces, sus ojos son más duros. Pero eso no es todo; guarda
                  frecuentemente silencio, como lo hacía la señorita Lucy. No ha
                  bla, aun cuando escribe lo que quiere que se sepa más adelan
                  te. Ahora, mi temor es el siguiente: puesto que ella pudo, por el
                  trance hipnótico que provocamos en ella, decir qué veía y oía el
                  conde, no es menos cierto que él, que la hipnotizó antes, que
                  bebió su sangre y le hizo beber de la suya propia, puede, si lo
                  desea, hacer que la mente de la señora Mina le revele lo que
                  conoce. ¿No parece justa esa suposición?
                         Asentí, y el maestro siguió diciendo:
                         —Entonces, lo que debemos hacer es evitar eso; debe
                  mos mantenerla en la ignorancia de nuestro intento, para que no
                  pueda revelar en absoluto lo que no conoce. ¡Es algo muy dolo
                  roso! Tan doloroso, que me duele enormemente tener que ha
                  cerlo, pero es necesario. Cuando nos reunamos hoy, voy a de
                  cirle que, por razones de las que no deseamos hablar, no podrá
                  volver a asistir a nuestros consejos, pero que nosotros continua
                  remos custodiándola.

                         Se enjugó la frente, de la que le había brotado bastante
                  sudor, al pensar en el dolor que podría causar a aquella pobre
                  mujer que ya estaba siendo tan torturada. Sabía que le serviría
                  de cierto consuelo el que yo le dijera que, por mi parte, había
                  llegado exactamente a la misma conclusión, puesto que, por lo
                  menos, le evitaría tener dudas. Se lo dije, y el efecto fue el que
                  yo esperaba.

                         Falta ya poco para que llegue el momento de nuestra
                  reunión general. Van Helsing ha ido a prepararse para la citada
                  reunión y la dolorosa parte que va a tener que desempeñar en
                  ella. Realmente creo que lo que desea es poder orar a solas.
                         Más tarde. En el momento mismo en que daba comienzo
                  la reunión, tanto van Helsing como yo experimentamos un gran



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