Page 407 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker
punto de apoyo y moveré al mundo! El hacer una cosa una vez
es el punto de apoyo a partir del cual el cerebro infantil se desa
rrolla hasta ser un cerebro de hombre, y en tanto no tenga el
deseo de hacer más, continuará haciendo lo mismo repetida
mente, ¡exactamente como lo ha hecho antes! Oh, mi querida
señora, veo que sus ojos se abren y que para usted, la luz del
relámpago ilumina todo el terreno." La señora Harker comenza
ba a apretarse las manos y sus ojos lanzaban chispas. El profe
sor continuó diciendo:
—Ahora debe hablar. Díganos a nosotros, a dos hom
bres secos a ciencia, qué ve con esos ojos tan brillantes.
Le tomó una mano y la sostuvo entre las suyas mientras
hablaba. Su dedo índice y su pulgar se apoyaron en su pulso,
pensé instintiva e inconscientemente, al tiempo que ella hablaba:
—El conde es un criminal y del tipo criminal. Nordau y
Lombroso lo clasificarían así y, como criminal, tiene un cerebro
imperfectamente formado. Así, cuando se encuentra en dificulta
des, debe refugiarse en los hábitos. Su pasado es un indicio, y la
única página de él que conocemos, de sus propios labios, nos
dice que en una ocasión, antes, cuando se encontraba en lo que
el señor Morris llamaría "una difícil situación", regresó a su pro
pio país de la tierra que había ido a invadir y, entonces, sin per
der de vista sus fines, se preparó para un nuevo esfuerzo. Volvió
otra vez, mejor equipado para llevar a cabo aquel trabajo, y ven
ció. Así, fue a Londres, a invadir una nueva tierra. Fue derrotado,
y cuando perdió toda esperanza de triunfo y vio que su existen
cia estaba en peligro, regresó por el mar hacia su hogar; exac
tamente como antes había huido sobre el Danubio, procedente
de tierras turcas.
—¡Magnífico! ¡Magnífico! ¡Es usted una mujer extraordi
nariamente inteligente! —dijo van Helsing, con entusiasmo, al
tiempo que se inclinaba y le besaba la mano. Un momento más
tarde me dijo, con la misma calma que si hubiéramos estado
llevando a cabo una auscultación a un enfermo:
—Solamente setenta y dos y con toda esta excitación.
Tengo esperanzas —se volvió nuevamente hacia ella y dijo, con
una gran expectación—: Continúe. ¡Continúe! Puede usted de
cirnos más si lo desea; John y yo lo sabemos. Por lo menos, yo
lo sé, y le diré si está usted o no en lo cierto. ¡Hable sin miedo!
—Voy a intentarlo; pero espero que me excusen ustedes
si les parezco egoísta.
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