Page 408 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker
—¡No! No tema. Debe ser usted egoísta, ya que es en
usted en quien pensamos.
—Entonces, como es criminal, es egoísta; y puesto que
su intelecto es pequeño y sus actos están basados en el egoís
mo, se limita a un fin. Ese propósito carece de remordimientos.
Lo mismo que atravesó el Danubio, dejando que sus tropas fue
ran destrozadas, así, ahora, piensa en salvarse, sin que le im
porte otra cosa. Así, su propio egoísmo libera a mi alma, hasta
cierto punto, del terrible poder que adquirió sobre mí aquella
terrible noche. ¡Lo siento! ¡Oh, lo siento! ¡Gracias a Dios por su
enorme misericordia! Mi alma está más libre que lo que lo ha
estado nunca desde aquella hora terrible, y lo único que me
queda es el temor de que en alguno de mis trances o sueños,
haya podido utilizar mis conocimientos para sus fines.
El profesor se puso en pie, y dijo:
—Ha utilizado su mente; por eso nos ha dejado aquí, en
Varna, mientras el barco que lo conducía avanzaba rápidamen
te, envuelto en la niebla, hacia Galatz, donde, sin duda, lo había
preparado todo para huir de nosotros. Pero su mente infantil no
fue más allá, y es posible que, como siempre sucede de acuerdo
con la Providencia Divina, lo que el criminal creía que era bueno
para su bienestar egoísta, resulta ser el daño más importante
que recibe. El cazador es atrapado en su propia trampa, como
dice el gran salmista. Puesto que ahora que cree que está libre
de nosotros y que no ha dejado rastro y que ha logrado huir de
nosotros, disponiendo de tantas horas de ventaja para poder
hacerlo, su cerebro infantil lo hará dormir. Cree, asimismo, que
al dejar de conocer su mente de usted, no puede usted tener
ningún conocimiento de él; ¡ese es su error! Ese terrible bautis
mo de sangre que le infligió a usted la hace libre de ir hasta él en
espíritu, como lo ha podido hacer usted siempre hasta ahora, en
sus momentos de libertad, cuando el sol sale o se pone. En esos
momentos, va usted por mi voluntad, no por la de él. Y ese po
der, para bien tanto de usted como de tantos otros, lo ha adqui
rido usted por medio de sus sufrimientos en sus manos. Eso nos
es tanto más precioso, cuanto que él mismo no tiene conoci
miento de ello, y, para guardarse él mismo, evita poder tener
conocimiento de nuestras andanzas. Sin embargo, nosotros no
somos egoístas, y creemos que Dios está con nosotros durante
toda esta oscuridad y todas estas horas terribles. Debemos se
guirlo, y no vamos a fallar; incluso si nos ponemos en peligro de
volvernos como él. Amigo John, ésta ha sido una hora magnífi
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