Page 403 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker


                  ming se puso muy pálido y se sentó, respirando pesadamente.
                  Yo mismo estaba absolutamente estupefacto y miraba asombra
                  do a los demás. Quincey Morris se apretó el cinturón con un
                  movimiento rápido que yo conocía perfectamente: en nuestros
                  tiempos de aventuras, significaba "acción". La señora Harker se
                  puso intensamente pálida, de tal modo que la cicatriz que tenía
                  en la frente parecía estar ardiendo, pero juntó las manos piado
                  samente y levantó la mirada, orando. Harker sonrió, con la sonri
                  sa oscura y amarga de quien ha perdido toda esperanza, pero al
                  mismo tiempo, su acción desmintió esa impresión, ya que sus
                  manos se dirigieron instintivamente a la empuñadura de su gran
                  cuchillo kukriy permanecieron apoyadas en ella.
                         —¿Cuándo sale el próximo tren hacia Galatz? —nos
                  preguntó van Helsing, dirigiéndose a todos en general.
                         —¡Mañana por la mañana, a las seis y media! —todos
                  nos sobresaltamos, debido a que la respuesta la había dado la
                  señora Harker.
                         —¿Cómo es posible que usted lo sepa? —dijo Art.
                         —Olvida usted..., o quizá no lo sabe, aunque lo saben
                  muy bien mi esposo y el doctor van Helsing, que soy una manía
                  ca de los trenes. En casa, en Exéter, siempre acostumbraba
                  ajustar las tablas de horarios, para serle útil a mi esposo. Sabía
                  que si algo nos obligaba a dirigirnos hacia el castillo de Drácula,
                  deberíamos ir por Galatz o, por lo menos, por Bucarest; por con
                  siguiente, me aprendí los horarios cuidadosamente. Por desgra
                  cia, no había muchos horarios que aprender, ya que el único tren
                  sale mañana a la hora que les he dicho.
                         —¡Maravillosa mujer! —dijo el profesor.
                         —¿No podemos conseguir uno especial? —preguntó
                  lord Godalming. Van Helsing movió la cabeza.
                         —Temo que no. Este país es muy diferente del suyo o el
                  mío; incluso en el caso de que consiguiéramos un tren especial,
                  no llegaríamos antes que el tren regular. Además, tenemos algo
                  que preparar. Debemos reflexionar. Tenemos que organizarnos.
                  Usted, amigo Arthur, vaya a la estación, adquiera los billetes y
                  tome todas las disposiciones pertinentes para que podamos
                  ponernos en camino mañana. Usted, amigo Jonathan, vaya a
                  ver al agente del armador para que le dé órdenes para el agente
                  en Galatz, con el fin de que podamos practicar un registro del
                  barco tal como lo habíamos hecho aquí. Quincey Morris, vea



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