Page 414 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker
es atendido por un secretario. Fue muy amable y ofreció hacer
todo lo que estuviera en su poder.
Del diario de Jonathan Harker
30 de octubre. A las nueve, el doctor van Helsing, el doc
tor Seward y yo visitamos a los señores Mackenzie y Steinkoff,
los agentes de la firma londinense de Hapgood. Habían recibido
un telegrama de Londres, en respuesta a la petición telegráfica
de lord Godalming, rogándoles que nos demostraran toda la
cortesía posible y que nos ayudaran tanto como pudieran. Fue
ron más que amables y corteses, y nos llevaron inmediatamente
a bordo del Czarina Catherine, que estaba anclado en el exte
rior, en la desembocadura del río. Allí encontramos al capitán, de
nombre Donelson, que nos habló de su viaje. Nos dijo que en
toda su vida no había tenido un viento tan favorable.
—¡Vaya! —dijo—. Pero estábamos temerosos, debido a
que temíamos tener que pagar con algún accidente o algo pare
cido la suerte extraordinaria que nos favoreció durante todo el
viaje. No es corriente navegar desde Londres hasta el Mar Ne
gro con un viento en popa que parecía que el diablo mismo es
taba soplando sobre las velas, para sus propios fines. Al mismo
tiempo, no alcanzamos a ver nada. En cuanto nos acercábamos
a un barco o a tierra, una neblina descendía sobre nosotros, nos
cubría y viajaba con nosotros, hasta que cuando se levantaba,
mirábamos en torno nuestro y no alcanzábamos a ver nada.
Pasamos por Gibraltar sin poder señalar nuestro paso, y no pu
dimos comunicarnos hasta que nos encontramos en los Darda
nelos, esperando que nos dieran el correspondiente permiso. Al
principio, me sentía inclinado a arriar las velas y a esperar a que
la niebla se levantara, pero, entre tanto, pensé que si el diablo
tenia interés en hacernos llegar rápidamente al Mar Negro, era
probable que lo hiciera, tanto si nos deteníamos, como si no. Si
efectuábamos un viaje rápido, eso no nos desacreditaría con los
armadores y no causaba daño a nuestro tráfico, y el diablo que
habría logrado sus fines, estaría agradecido por no haberle
puesto obstáculos.
Esta mezcla de simplicidad y astucia, de superstición y
razonamiento comercial, entusiasmó a van Helsing, que dijo:
—¡Amigo mío, ese diablo es mucho más inteligente de lo
que muchos piensan y sabe cuándo encuentra la horma de su
zapato!
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