Page 434 - Drácula
P. 434
Drácula de Bram Stoker
conmigo, que olvido todo temor. Enciendo un fuego, ya que tra
jimos con nosotros una provisión de leña, y ella prepara alimen
tos mientras yo desato los caballos y los acomodo en la sombra,
para alimentarlos. Luego, cuando regresé a la fogata, ella tenía
mi cena lista. Fui a ayudarle, pero ella me sonrió y me dijo que
ya había comido, que tenía tanta hambre que no había podido
esperar. Eso no me agradó, y tengo terribles dudas, pero temo
asustarla y no menciono nada al respecto. La señora Mina me
ayudó, comí, y luego, nos envolvimos en las pieles y nos acos
tamos al lado del fuego. Le dije que durmiera y que yo velaría,
pero de pronto me olvido de la vigilancia y, cuando súbitamente
me acuerdo de que debo hacerlo, la encuentro tendida, inmóvil;
pero despierta mirándome con ojos muy brillantes. Esto sucedió
una o dos veces y pude dormir hasta la mañana. Cuando des
perté, traté de hipnotizarla, pero, a pesar de que ella cerró obe
dientemente los ojos, no pudo dormirse. El sol se elevó cada vez
más y, luego, el sueño llegó a ella, demasiado tarde; fue tan
fuerte, que no despertó.
Tuve que levantarla y colocarla, dormida, en la calesa,
una vez que coloqué en varas a los caballos y lo preparé todo.
La señora continúa dormida y su rostro parece más saludable y
sonrosado que antes, y eso no me gusta. ¡Tengo miedo, mucho
miedo!
Tengo miedo de todas las cosas. Hasta de pensar; pero
debo continuar mi camino. Lo que nos jugamos es algo de vida o
muerte, o más que eso aún, y no debemos vacilar un instante.
5 de noviembre, por la mañana. Permítaseme ser exacto
en todo, puesto que, aunque usted y yo hemos visto juntos co
sas extrañas, puede comenzar a pensar que yo, van Helsing,
estoy loco; que los muchos horrores y las tensiones tan prolon
gadas sobre mi sistema nervioso han logrado al fin trastornar mi
cerebro. Viajamos todo el día de ayer, acercándonos cada vez
más a las montañas y recorriendo un terreno cada vez más
agreste y desierto. Hay precipicios gigantescos y amenazadores,
muchas cascadas, y la naturaleza parece haber realizado en
alguna época su carnaval. La señora Mina sigue durmiendo
constantemente, y aunque yo sentí hambre y la satisfice, no
logré despertarla, ni siquiera para comer. Comencé a temer que
el hechizo fatal del lugar se estuviera apoderando de ella, ya que
está manchada con ese bautismo de sangre del vampiro.
—Bien —me dije a mí mismo—, si duerme todo el día,
también es seguro que yo no dormiré durante la noche.
433