Page 438 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker


                  ella no podía abandonar, y en el que las otras no podían entrar.
                  Los caballos habían dejado de gemir y permanecían inmóviles
                  echados en el suelo. La nieve caía suavemente sobre ellos,
                  hasta que se pusieron blancos. Supe que, para los pobres ani
                  males, no existía un terror mayor.
                         Permanecimos así hasta que el rojo color del amanecer
                  comenzó a vislumbrarse en medio de la nieve sombría. Me sen
                  tía desolado y temeroso, lleno de presentimientos y terrores,
                  pero cuando el hermoso sol comenzó a ascender por el horizon
                  te, la vida volvió a mí. Al aparecer el alba, las figuras horribles se
                  derritieron en medio de la niebla y la nieve que giraba; las capas
                  de neblina transparente se alejaron hacia el castillo y se perdie
                  ron. Instintivamente, al llegar la aurora, me volví hacia la señora
                  Mina, para tratar de hipnotizarla, pero vi que se había quedado
                  repentina y profundamente dormida, y no pude despertarla. Tra
                  té de hipnotizarla dormida, pero no me dio ninguna respuesta en
                  absoluto, y el sol salió. Tengo todavía miedo de moverme. He
                  hecho fuego y he ido a ver a los caballos. Todos están muertos.
                  Hoy tengo mucho quehacer aquí y espero hasta que el sol se
                  encuentre ya muy alto, porque puede haber lugares a donde
                  tengo que ir, en los que ese sol, aunque oscurecido por la nieve
                  y la niebla, será para mí una seguridad.
                         Voy a fortalecerme con el desayuno, y después, voy a
                  ocuparme de mi terrible trabajo. La señora Mina duerme todavía
                  y, ¡gracias a Dios!, está tranquila en su sueño.

                                 Del diario de Jonathan Harker

                         4 de noviembre, por la noche. El accidente de la lancha
                  había sido terrible para nosotros. A no ser por él, hubiéramos
                  atrapado el bote desde hace mucho tiempo, y para ahora, mi
                  querida Mina estaría ya libre. Temo pensar en ella, lejos del
                  mundo, en aquel horrible lugar. Hemos conseguido caballos, y
                  seguimos por el camino. Escribo esto mientras Godalming se
                  prepara. Tenemos preparadas nuestras armas y los cíngaros
                  tendrán que tener cuidado si es que desean pelear. ¡Si Morris y
                  Seward estuvieran con nosotros! ¡Sólo nos queda esperar! ¡Si
                  no vuelvo a escribir, adiós, Mina! ¡Que Dios te bendiga y te
                  guarde!









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