Page 442 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker


                  las pobres almas, puedo ahora sentir lástima por ellas y derra
                  mar lágrimas, puesto que vi la paz que se extendía sobre sus
                  rostros, antes de desaparecer. Puesto que, amigo John, apenas
                  había cortado con mi cuchillo la cabeza de todas ellas, cuando
                  los cuerpos comenzaron a desintegrarse hasta convertirse en el
                  polvo natural, como si la muerte que debía haberse producido
                  varios siglos antes, se hubiera finalmente establecido con firme
                  za, proclamando: "¡Aquí estoy!"
                         Antes de salir del castillo, cerré las puertas de tal modo,
                  que nunca volviera a poder entrar el conde como muerto vivo.
                         Cuando entré en el círculo sagrado, en cuyo interior
                  dormía la señora Mina, despertó y, al verme, me dijo llorando
                  que yo había soportado ya demasiado.
                         —¡Vámonos! —dijo—. ¡Alejémonos de este horrible lu
                  gar! Vamos a salir al encuentro de mi esposo, que ya está en
                  camino hacia nosotros; lo sé.
                         Tenía un aspecto frágil, pálido y débil, pero sus ojos es
                  taban puros y brillaban con fervor. Estaba contento de ver su
                  palidez y su aspecto enfermizo, ya que mi mente estaba todavía
                  llena del horror producido al ver aquel sueño de las mujeres
                  vampiros.
                         Así, con confianza y esperanza y, sin embargo, llenos de
                  temor, nos dirigimos hacia el este, para reunirnos con nuestros
                  amigos y con él, puesto que la señora Mina dice que sabe que
                  vienen a nuestro encuentro.
                                   Del diario de Mina Harker

                         6 de noviembre. Estaba ya bastante avanzada la tarde
                  cuando el profesor y yo nos pusimos en marcha hacia el este,
                  por donde sabía yo que se estaba acercando Jonathan. No
                  avanzamos rápidamente, debido a que el terreno era muy en
                  pendiente y teníamos que llevar con nosotros pesadas pieles y
                  abrigos, porque no deseábamos correr el riesgo de permanecer
                  sin ropas calientes en medio del frío y de la nieve. Además, tu
                  vimos que llevarnos parte de nuestras provisiones, ya que está
                  bamos en una comarca absolutamente desolada y, en toda la
                  extensión que abarcaba nuestra mirada, sobre la nieve, no se
                  veía ningún lugar habitado. Cuando hubimos recorrido aproxi
                  madamente kilómetro y medio, me sentí cansada por la pesada
                  caminata, y me senté un momento a descansar. Entonces, mi




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