Page 445 - Drácula
P. 445

Drácula de Bram Stoker


                  Comprendí que uno de ellos era Jonathan y, por supuesto, su
                  puse que el otro debía ser lord Godalming. Ellos también esta
                  ban persiguiendo al grupo de la carreta. Cuando se lo dije al
                  profesor, saltó de alegría, como un escolar y, después de mirar
                  atentamente, hasta que otra ventisca de nieve hizo que toda
                  visión fuera imposible, preparó su Winchester, colocándolo sobre
                  uno de los peñascos, preparado para disparar.
                         —Están convergiendo todos— Dijo. —Cuando llegue el
                  momento, tendremos gitanos por todos lados—.
                         Saqué mi revólver y lo mantuve a punto de disparar, ya
                  que, mientras hablábamos, el aullido de los lobos sonó mucho
                  más cerca. Cuando la tormenta de nieve se calmó un poco, vol
                  vimos a mirar. Era extraño ver la nieve que caía con tanta fuerza
                  en el lugar en que nosotros nos encontrábamos y, un poco más
                  allá, ver brillar el sol, cada vez con mayor intensidad, acercándo
                  se cada vez más a la línea de montañas. Al mirar en torno nues
                  tro, pude ver manchas que se desplazaban sobre la nieve, solas,
                  en parejas o en tríos y en grandes números... Los lobos se esta
                  ban reuniendo para atacar a sus presas.

                         Cada instante que pasaba parecía una eternidad, mien
                  tras esperábamos. El viento se hizo de pronto más fuerte y la
                  nieve caía con furia, girando sobre nosotros sin descanso. A
                  veces no llegábamos a ver ni siquiera a la distancia de nuestros
                  brazos extendidos; pero en otros momentos, el aire se aclaraba
                  y nuestra mirada abarcaba todo el paisaje. Durante los últimos
                  tiempos nos habíamos acostumbrado tanto a esperar la salida y
                  la puesta del sol, que sabíamos exactamente cuándo iba a pro
                  ducirse. No faltaba mucho para el ocaso. Era difícil creer que, de
                  acuerdo con nuestros relojes, hacía menos de una hora que
                  estábamos sobre aquella roca, esperando, mientras los tres
                  grupos de jinetes convergían sobre nosotros. El viento se fue
                  haciendo cada vez más fuerte y soplaba de manera más regular
                  desde el norte. Parecía que las nubes cargadas de nieve se
                  habían alejado de nosotros, porque había cesado, salvo copos
                  ocasionales. Resultaba bastante extraño que los perseguidos no
                  se percataran de que eran perseguidos, o que no se preocupa
                  ran en absoluto de ello. Sin embargo, parecían apresurarse cada
                  vez más, mientras el sol descendía sobre las cumbres de las
                  montañas.
                         Se iban acercando... El profesor y yo nos agazapamos
                  detrás de una roca y mantuvimos nuestras armas preparadas
                  para disparar. Comprendí que estaba firmemente determinado a



                                             444
   440   441   442   443   444   445   446   447   448   449   450