Page 107 - Mitos y cuentos egipcios de la época faraónica (ed. Gustave Lefebvre)
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     cía el presente y el futuro5, como si los diferentes aspectos del curso del
     tiempo se confundieran ante sus ojos de visionario.
       Ve a los asiáticos invadiendo el delta (1. 33), al país recorrido por los
     beduinos  (1.  32),  y  los  rebaños  de  estos  nómadas  viniendo  descarada­
     mente a abrevar en los ríos de Egipto (1. 35). Los nativos son despojados
     de sus bienes en beneficio de los extranjeros (1. 47). Los notables se hun­
     den (1. 21)  y los ricos son reducidos a la indigencia  (1. 47), mientras que
     los  pobres  disfrutan  de  las  riquezas  (1.56):  todas  las  cosas  andan  patas
     arriba (1. 55).
       En este tiempo de miseria, continúa el profeta, reinará la enemistad
    entre hermanos  (1. 44); el hombre no dudará en matar a su padre (1. 44).
     Habrá lucha entre los ciudadanos, la violencia será usada para todo fin (1.
    49),  y el país vivirá  en  el desorden  (1.  39).  Pero  nadie  se  mostrará  sor­
    prendido ni turbado  (1.  24); permanecerán insensibles  ante la muerte  (1.
    41); nadie meditará y no se vivirá más que para uno mismo (1. 42).
       El país quedará arruinado, despojado de sus riquezas (1. 46); no que­
    dará ni el valor de lo «negro de la uña» de aquello que antes se encontra­
    ba  allí  (Ί.  23);  faltarán  objetos  manufacturados  (1.  46);  todas  las  «cosas
    buenas» que contribuían a la alegría de vivir habrán desaparecido (1.  30-
    32). La naturaleza misma se muestra trastornada: El Nilo se secará, el le­
    cho del río se desplazará, de forma que los barcos no podrán navegar (1.
    26-28); en el cielo no habrá un único viento, sino que el viento del sur se
    enfrentará al viento del norte (1. 28); el sol se alejará de los hombres, y no
    será ya un foco de calor y de luz, sino un astro muerto, como la luna  (1.
    24 y 51).
       ¿Se extenderían estas desgracias, debidas tanto a la invasión extranje­
    ra como a la revolución — a las cuales pudieron añadirse, algunos años,
                         y
    perturbaciones  atmosféricas  (como  crecidas  insuficientes  del  Nilo,  in­
    viernos  anormalmente  rigurosos)-,  por  todo  Egipto?  Parece  que  no;
    según nuestro autor, debieron afectar sólo a la tierra de origen de Nefe­
    rrohu, «el país donde empezó a existir» (1. 20 y 21), es decir, el nomo de
    Heliópolis,  y  aquél  donde  también  vive,  es  decir,  Bubastis  y el  este  de
    Egipto  (1.  17-18), en definitiva el Delta Oriental, en  cuyas marismas un
    «pájaro de origen extranjero», que simboliza al invasor, había construido
    su nido (1. 29).
       ¿Cómo terminará esta  situación? Por la intervención de un rey «S al­
    vador. En efecto, Neferrohu anuncia el nacimiento de un rey «salvador»,
    en el extremo sur de Egipto, un hombre que ceñirá la corona real, resta­


       3   N o   ta n  a m e n u d o  c o m o  lo  p e r m itir ía n  p e n s a r  la s p re c e d e n te s   tr a d u c c io n e s .  E l   fu tu ro , m u y
    e m p le a d o   e n   e ste   te x to ,  se   m a rc a ,  s i la   fra s e   e s  a fir m a tiv a ,  b ie n   p o r   la  f o r m a  sdm.f,  o   b ie n   p o r
    u n a   d e   la s  sig u ie n te s  c o n s tr u c c io n e s :  X r sdm ,  -iw .fr stfm,  - tw   (s e )   r sdm,  —y   ta m b ié n   (1.56)
    in+su\eto+sdm.f-,  si  la   fra s e   e s   n e g a tiv a   (c a so   m u y   fre c u e n te ),  se   h a c e   u s o   c a s i  e x c lu s iv a m e n te
    d e   la   c o n s t r u c c ió n  nn sdm .f.
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