Page 38 - Mitos y cuentos egipcios de la época faraónica (ed. Gustave Lefebvre)
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40         MITOS Y CUENTOS EGIPCIOS DE LA ÉPOCA FARAÓNICA


     había escuchado en la boca del heraldo. No se qué me ha traído a esta re­
     gión.  ¡Es como un designio divino!».

     Elogio del nuevo rey de Egipto

        (Entonces me dijo): «¿Cómo irá este país sin él, este dios bienhechor,
     cuyo  temor  se  había  extendido  entre  / [13,451 las  naciones  extranjeras,

     como el de Sekhmet en un año de peste30?». Y yo le dije, respondiéndo­
     le: «En verdad, su hijo ha entrado en palacio y ha tomado la herencia de
     su  padre.  Es  ciertamente  un  dios  que  no  tiene  igual,  antes  de  quien
     ningún  otro  (como él)  ha existido.  Es un maestro de  sabiduría, de per­
     fectos designios, de excelentes mandatos, a cuya orden se va y se viene.
     / [B,50] Es él quien domeñaba las regiones extranjeras en tanto que su pa­
     dre permanecía en el interior de su palacio; y rendía cuentas (a su padre)
     cuando  aquello  que  (éste)  había  decidido  se había ejecutado.  Es  cierta­
     mente  un  bravo  que  se  afana  con  su  brazo,  un  héroe  sin  parangón31,
     cuando se le ve que se abate  sobre los Bárbaros32, o que entra en com­
     bate  (?).  Es uno que hace doblegar el cuerno33 y que paraliza las manos
     (hasta el punto de que) sus enemigos no pueden alinearse para la batalla.
     /[B,55] Es uno que se sacia de su cólera (?), y que rompe los frentes; no
     se puede estar en su proximidad. Es un veloz corredor que destruye al fu­
     gi dvo: no hay final para aquél que le muestra la espalda34. Es un firme co­
     razón en el momento del ataque: es él quien vuelve (a la carga) y que no
     ofrece la espalda. Es un robusto corazón cuando avista una multitud: no
     deja que el desaliento ronde su corazón. / [B,60] Es audaz cuando se lan­
     za sobre los Orientales:  su alegría es hacer prisioneros a los Bárbaros35.
     Toma su escudo y pisotea (al adversario); no repite su golpe cuando mata.
     No hay nadie que pueda desviar su tiro, nadie que sea capaz de tensar su

        30   [N. del T.:  La diosa Sekhmet, leontocéfala, se asocia con la guerra y la agresividad, pero
     también con las  epidemias y enfermedades.  De ahí que  sea  frecuente su  aparición en papiros
     médicos y en la titulatura y nomenclatura de sanadores y cirujanos. Un hombre enfermo puede
     depositar igualmente sus esperanzas de curación con exvotos a Sekhmet. Cfr. H. B o n n e t,  R*w-
     llexikon der Ägyptischen Ri'ligiongescbichte, Berlin  1953, p.  643 y S.  HOKNlîS,  Vntersuclnmgm \u Wesen
     und Kult der Göttin Sachmet, Bonn, 1976.]
         Frase que se repite en una inscripción de Tutmosis III,  Urk. IV, 809, 1-2.
        32 Aquí y en 1. 61  (=R,85) el autor emplea la palabra R -pdtyw , por otra parte desconocida.
     En el pasaje R,85  (cfr. nota 35) este \Ocablo designa ciertamente a personas, y parece tener el
     mismo sentido que P d tyw  (1. 63 y passim) «los que combaten con el arco», palabra que se refie­
     re  sea  a  los  enemigos,  sea  simplemente  a  los  extranjeros,  no  egipcios,  en  resumidas  cuentas
     «Bárbaros». Otra interpretación, al menos en lo que concierne a este pasaje, en H. Junker, ZAS
     77  (1941), p. 5.
        33 El cuerno del adversario asimilado, como Faraón, a un toro poderoso (véase sin embar­
     go más abajo nota  117).
        34 «Sin fin», es decir: no hay asilo donde el fugitivo pueda, agotado, refugiarse.
        ^ «Cuando se lanza sobre los Orientales: [su alegría es] hacer prisioneros a los Bárbaros (R-
     pdtyw )», texto de R,84-85, salvo las palabras entre corchetes, restauradas según B,60.
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