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Daniel De Prophet, Jovellanos, Cuba. Licenciado en Matemática Pura,
                                           Lic.  en  Economía  ambas  en  la  ciudad  de  la  Habana,  Professional
                                           Education en FIU, Diploma Superior de Lengua Francesa en la Alianza
                                           Francesa de la Habana. Es autor de Contrapunto del Amor y la Muerte
                                           (Cuentos, 2005), Tomando al Paso (Poemas 2007), Cien Días en Período
                                           Especial   (Novela,   2008),   Conspiraciones,   Sublevaciones   y
                                           Nacionalidad, (20l6)

                  CHICAGO EN LLAMAS (2ª. Parte)
                  Boogie y Blues en Chicago
                  Por Daniel De Prfophet
                  De nuevo, la situación económica jugó un papel esencial en el rumbo tomado por las corrientes musicales en
                  la ciudad. Un efecto secundario de la Depresión fue contribuir a una reducción en la adquisición de discos,
                  como refleja un estudio estadístico de 1928 a 1933. Y aquí vuelve a entrar Chicago en la ecuación. La vieja
                  fama de ser una ciudad donde “se gana más” toma fuerza durante la crisis. Buddy Guy cuenta como, estando
                  en Baton Rouge a principios de los 50s, encuentra a “Shorty” (Lawrence Chalk), quien le pregunta cuánto gana
                  y, tras su respuesta, le afirma que puede ganar el doble en Chicago. “Tal vez el triple. Por eso es que todos se
                  van a Chicago” (le había dicho que Muddy Waters, Little Walter y Howlin’ Wolf, “todos están allá”) (1).

                  Músicos de New Orleans siguieron llegando a la ciudad junto a solitarios trovadores de las regiones aledañas
                  al Mississippi, “bluesistas” que contaban sus historias tristes, accidentes, problemas amorosos. Unidos a los
                  músicos  locales  más  pobres,  conforman  una  especie  de  “sub-mundo”  con  una  propuesta  enraizada  en  la
                  población humilde, una música más “popular” en el sentido directo y, poco a poco, también en el de aceptación
                  mayoritaria. Pronto, queda como la continuadora de esa que hemos seguido hasta aquí, fusión de elementos
                  del blues con el “Latin tinge” e influencias clásicas que la Encyclopedia of Chicago (online) dice, dieron a
                  Chicago la reputación de ser el centro del jazz y el blues “auténtico”.

                  Garvin Bushel (obra citada, páginas 18 a la 21) afirma que el estilo de New York tenía más de ragtime y menos
                  de blues, pues faltaban los cuartos de tono y cadencias que él asocia con influencias europeas e indígenas:
                  “Usualmente, en los hogares de los negros de clase media, no se permitía tocar blues y boogie woogie. Esa
                  música contenía, supuestamente, un elemento de clase baja…”.

                  En síntesis, se compara la atmosfera “clásica” dominante en New York, con la “popular” que se va imponiendo
                  en Chicago. La esencia rítmica, no obstante, es común. Eubie Blake lo explicó así: “eso es lo mismo que
                  tocamos, la síncopa; ahora le llaman boogie-woogie” (3)

                  En Chicago, como en New Orleans, el boogie woogie se va imponiendo en las décadas permeadas de swing y
                  “rhumba”. Desde el siglo XIX, ligado al Honky Tonk de las tabernas del suroeste, llevaba el ritmo de habanera,
                  pero  su  energía  lo  desbordaba,  y  esto  será  una  distinción  que  los  pianistas  de  los  20s  en  adelante  irán
                  acentuando.

                  Peter J. Silvester analiza las etapas (“Boogie-Woogie Eras”) y se detiene en la familia Thomas, comenzando
                  con George Washington Thomas Jr., nacido en Arkansas en 1885, mudado a Houston, Texas, a los 15 años, y
                  luego  a  New  Orleans,  donde  se  asocia  a  Clarence  Williams  y  juntos  abren  una  compañía  de  ediciones
                  musicales. Silvester afirma que su composición “New Orleans Hop Scop Blues” (1916) es considerada “el
                  primer blues a doce compases escrito y publicado con una línea sostenida de boogie-woogie en el bajo” y que
                  su título se debe al peculiar patrón seguido por el bajo que, según Clarence, “rodaba y saltaba”. En 1919,


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