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en 1924, pues ambos se ganaban la vida como taxistas. Escuchan a Hersal y a los Yancey en fiestas caseras y
                  en clubes, renuevan su amistad y deciden formar un dúo.
                  Meade grabó su “Honky Tonk Train Blues” en 1927, un año antes que el “Boogie-Woogie” de “Pinetop”, en
                  tanto Ammons no aparece en discos hasta bien entrada la década del 30. A él lo encontramos en 1929 como
                  integrante de Frankie Franko (el baterista François C. Mosley) and his Louisianians (junto a “Punch” Miller)
                  en el Pleasure Inn (505 E 31st Street) y durante 1930 en el Golden Lily Café (309 E Garfield Blvd.). El
                  semanario The African American (July 11th, 1931) da un breve resumen de lo que andan haciendo otras bandas
                  de jazz como Lucky Millinder y los “Clouds of Joy” de Andy Kirk. En la misma página, nos enteramos de que
                  la cantante cubana (la demanda había crecido después de “El Manisero”) Carrie Marrero, “dotada de una bella
                  voz” y “una total comprensión” de lo que es actuar en público se encuentra en el Golden Lily. Los Louisianians
                  llegaron a convertirse en la banda de casa, pero el Café se quemó (o fue quemado) a principios de 1932, por
                  causas que “todavía son un misterio”, dice el African American de febrero 27.  El mismo número nos devuelva
                  a la realidad cuando lamenta que “la mayoría de los teatros del South Side están funcionando sin orquestas,
                  debido a la Depresión y su resultante falta de patrocinio”, pero admite que los músicos negros han ampliado
                  su campo de operaciones “a los cafés blancos, más que nunca antes”. En otra columna nos enteramos de que
                  François y sus Louisianians se hallan tocando en programas sabatinos de baile del Savoy. Y esto nos da una
                  idea del itinerario y el esfuerzo de Ammons. Él siguió luchando por conseguir empleo fijo en medio de la
                  Depresión, hasta que en 1934, ya con su propia banda (cuatro acompañantes entonces) es contratado por el
                  Club De Lisa (abierto recientemente por cuatro hermanos de origen italiano en 5521 South State Street) donde
                  se establece por dos años y logra llamar la atención de la Decca en 1936. Según Tony Russell (7) la versión
                  de “Swanee River Boogie” vendió más de un millón de copias.

                  Lewis no había tenido igual suerte, ni con su disco de 1927, ni con sus actuaciones, por lo que se hallaba
                  fregando autos cuando el productor John Hammond, quien ya había escuchado boogie-woogie en Chicago y
                  andaba preparando sus conciertos “From Spiritual to Swing”, lo encontró. La conjunción de Ammons y Lewis
                  con Pete Johnson y Joe Turner y la explosión de boogie-woogie que siguió a los conciertos del Carnegie Hall
                  es historia que ya hemos contado. Como lo es el recrudecimiento de la invasión de “rhumba” que la gran
                  manzana vivía entonces y la inevitable inyección de ritmos cubanos que llevaron al “rhumboogie”. ¿Ocurrió
                  algo similar en Chicago, o los soplos de la ciudad de los vientos lograron ahuyentar el fuego cubano?

                  La respuesta no soplaba en el viento, que ya de por sí era huracanado en la andanada de los medios de difusión,
                  incluyendo las decenas de películas donde la “rhumba” se mostraba en toda su popularidad, sino que se hallaba
                  dentro de la misma ciudad. Para luchar contra los efectos de la crisis económica, Chicago reaccionó como ya
                  había probado que sabía hacerlo: organizando una feria. Con la denominación optimista de “Un Siglo de
                  Progreso”,  esta  exposición  mundial  vistió  de  colores  múltiples  sus  edificaciones  (en  contraste  con  el
                  predominio del blanco en la de 1892-93) y de sabor su música. Ahora se imponía la moda y hasta allí la
                  llevaron dos agrupaciones soneras cubanas: El Septeto de Ignacio Piñeiro y La Clave Oriental. El público
                  asistente pudo apreciar en vivo el original “Échale Salsita” que Gershwin había tomado un año antes para su
                  “Obertura Cubana” y, de paso, aprender a mover la cintura al observar a los bailadores de “rhumba” en el
                  escenario. Que esto no cayó en saco roto puede comprobarse en una foto tomada tres o cuatro años después en
                  el Club De Lisa donde se ve a las “corinas” con maracas en las manos, en atuendo ligero y poses sugerentes
                  de ritmo tropical. A partir de 1940, Chicago también se rindió a la locura de la rumba y la conga invasoras.

                  Entre otros ilustres visitantes, Anselmo Sacasas, pianista cubano que, en Cuba, había tocado con la Orquesta
                  de los Hermanos Castro y formado la trascendental Casino de la Playa, se había radicado en New York y
                  fundado su orquesta, presentada en inglés como “Anselmo Sacasas Rumba Band”. Ahora actuaba en el Colony
                  Club de Chicago. Sus descargas en el piano habían movido a algunos a presentarlo como el innovador en este
                  destaque  del  instrumento,  pero  el  propio  Sacasas  reconocía  que  él  había  aprendido  eso  en  Cuba  con  las
                  charangas. De todos modos, Anselmo se asociaba ahora con un nuevo tipo de ritmos cubanos y, ciertamente,
                  su influencia en Estados Unidos es digna de estudio. En Chicago, donde una leyenda como Earl Hines hacía

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