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CAPÍTULO SIETE










                  T
                              ranscurrían los días y el anhelo por la verdad seguía


                              en su corazón con más intensidad que antes. Claro,

                              no era fácil satisfacer la razón de un genio ni saciar el


                  apetito pasional de aquel temperamento. Agustín, hambriento

                  y sediento de la verdad, se dejó enredar por una secta que le


                  ofrecía  encontrarla.  Verdad,  verdad,  todo  se  le  presentaba

                  como la verdad; y él, cada día se encontraba más lejos de ella.




                  Maniqueos,  se  hacían  llamar  aquellos  engañados  y

                  engañadores  de  hombres.  Bastaron  unos  años  de


                  permanencia en esa secta para experimentar el fracaso de ser

                  engañado. Las preguntas del Águila de Hipona desbordaban


                  el conocimiento de quienes no sabían lo que practicaban. El

                  único  que  podía  responder  no  estaba  cerca  y,  cuando  lo


                  estuvo, no satisfizo su inquietud.







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