Page 30 - Comparto 'Vida de San Agustín' con usted
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Durante muchos años esperó ver a Manes, “el hombre de las
respuestas”. Hasta que llegó el momento del encuentro
esperado. Agustín nunca había estado tan contento de
encontrarse con alguien, como lo estaba aquel día de la
entrevista anhelada. “Por fin –decía–, la incertidumbre llegó a
su final”. El corazón de Agustín irradiaba alegría. En el
encuentro con Manes esperaba el reposo de su alma inquieta
por la verdad, pero cuando lo tuvo cerca, se dio cuenta que el
tal Manes era un fraude.
Junto a Agustín había otros hombres que esperaban encontrar
las mismas respuestas que él buscaba, pero no tenían la prisa
que Agustín tenía por resolver aquellas dudas. El tal Manes,
con su lenguaje, con su porte y astucia; era capaz de engañar
a muchos, no respondiendo con la verdad, sino deslumbrando
con la elocuencia y elegancia del lenguaje. Aquella tarde, en
que estaban reunidos, fue el momento preciso de Agustín para
saturar la corta inteligencia de aquel hombre, con tantas
preguntas nada fáciles de responder; sobre todo, a un sabio
tan exigente, como el que tenía en frente. Quienes oían, hacían
diferentes gestos corporales y seguían atentos aquella
discusión, caliente por el fuego de aquellos hombres e
interesante por la pertinencia del diálogo.
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