Page 31 - Comparto 'Vida de San Agustín' con usted
P. 31

Manes intentó responder, pero no con la precisión y claridad


                  que  le  urgía  a  Agustín,  quien  no  le  vio  ni  el  interés  ni  la

                  capacidad para resolver sus dudas. Se percató que ignoraba


                  muchas  cosas,  que  él  mismo  manejaba  con  destreza.  Sin

                  embargo, la decepción y el dolor que esto provocó en él, no fue


                  causa para rechazar a aquel hombre. Su simpatía, el don de

                  gente y el gesto de humildad al no exponerse ante temas que

                  no conocía, agradó a Agustín. Aunque, no por eso renunció a


                  continuar buscando las respuestas que este no pudo contestar;

                  mucho menos, aceptó todas las mentiras que le habían dicho


                  los discípulos de Manes, “el ignorante”.




                  Agustín  se  quedó  un  tiempo  más  en  la  secta  mientras

                  encontraba respuestas a sus preguntas; también, deseoso de


                  gozar de los beneficios que podía obtener de algunos amigos

                  maniqueos que trabajaban en la corte imperial.




                  Habían pasado algunos años. Se gastaba la vida trabajando.

                  Era  profesor  de  retórica  y  vivía  muy  bien  económicamente.


                  Abundaban las amistades e influencias que le daban seguridad

                  y estabilidad emocional ante la incertidumbre de una verdad


                  cada  vez  más  oculta.  Lo  que  él  más  detestaba  era  el






                                                             35
   26   27   28   29   30   31   32   33   34   35   36