Page 102 - Fantasmas, espectros y otros trapos sucios
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valiosísimo. Sin él no entenderías bien el final de la historia de Armandito. En
fin, debes comprar el paquete antes de que me arrepienta, si no aprovechas, no te
volveré a ofrecer mi historia especial. Ahora o nunca.
—Está bien, lo compro —acepté aturdido—, ya no me digas más…
Definitivamente era pésimo para hacer negocios. En solo unos minutos y por una
historia que ni siquiera conocía, me había comprometido a limpiar la habitación
y la cocina de mi tío, los lugares más infectos y desordenados, no solo de la casa,
sino de la ciudad.
Y en efecto, la habitación de mi tío Chema era en sí misma un contenedor de
basura que rivalizaba con los tiraderos de Xochiaca. La cama original había
quedado enterrada debajo de toneladas de abriguitos para perro, envolturas de
chicles de maracuyá y discos de acetato de Las Hermanitas Águila. No tenía la
menor idea de cómo podía dormir ahí mi tío Chema, de seguro amanecía con un
terrible dolor de espalda.
Necesité dos días para ordenar los objetos de la habitación, encontré desde una
bolsa con pañales usados hasta una máscara azteca de jade, pasando además por
objetos tan insólitos como una estatua de San Martín de Porres hecha con pulpa
de caña; banderas de la “República de Yucatán”; un jabalí disecado con ojos de
vidrio; una tortuga (y aunque parezca increíble, viva); billetes fuera de
circulación del gobierno carrancista; dos dentaduras postizas; un cuadro de
naturaleza muerta armado con pétalos de flores; tres dibujos firmados por Diego
Rivero y otro de Frida Caldo; una colección de tornillos; un sillón de plástico
inflable; una banda que decía “Señorita Nayarit 1951”; una caja para rapé; dos
pipas de piedra; la escultura de la diosa Xochipilli con rastros de la pintura
original; catorce postales de Varadero, Cuba; un juego de cubiertos de plata de
Taxco; dos pelucas estilo Luis XVI, un ropero lleno de semillas de girasol; una
cesta con trajes de torero; casi cuatrocientas boletas vencidas de empeño; tres
partituras originales de Agustín Lara… y cientos de cosas más. Era un caos, pero
aún me faltaba lo peor…
La cocina de mi tío debió ser mencionada en los círculos del infierno de Dante,
pues aunque era mucho más pequeña que su habitación, le cabía casi el doble de
basura. Había de todo (menos comida). Para mencionar la totalidad de baratijas
que encontré, necesitaría doscientas páginas (que fue casi el grosor del
inventario final), y entre las cosas que más me impresionaron estaba un muñeco