Page 103 - Fantasmas, espectros y otros trapos sucios
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de cera tamaño natural del emperador Maximiliano y una colección completa de
flores carnívoras que habían creado su propio ecosistema y se alimentaban de
cucarachas.
Mi tío solo mostró sorpresa por un deshilachado oso de felpa. El juguete parecía
bastante corriente, era de un color indefinido y con los ojos a punto de
descoserse. Estaba dentro de una tetera.
—¡Tito, ten cuidado! —me advirtió mi tío, nervioso—. No lo toques, puede
hacerte daño.
Me reí. El tío Chema trataba al muñequito como si fuera una bomba de uranio.
Tomó al oso de felpa y con muchísimo cuidado lo colocó dentro de un baúl al
que puso dos candados. Cuando me acerqué a ayudar, el baúl intentó abrirse y oí
un chillido como los de las ratas.
—Te dije que no te acercaras —me amonestó mi tío—. Ya te olió… Los
arrulleros suelen ser criaturas muy astutas.
—¿Arrulleros? —repetí.
—Parecen un juguete, pero no lo son —explicó mi tío ante mi mirada de
asombro—. Los arrulleros atacan a la gente joven, de preferencia niños. Se
llaman así porque actúan mientras duermes.
Después de un rato de forcejeos, mi tío consiguió meter el baúl a una valija con
tres candados más. Los chillidos se detuvieron.
—¿Por qué hacen eso? —pregunté—. ¿Cómo lo conseguiste? ¿Si no es un
juguete entonces qué es?
—Son demasiadas preguntas —replicó el tío Chema—. Te contaré la historia
con mucho gusto, pero ya sabes las reglas: debes pagar por adelantado.
—Creo que mejor no…
Aunque tenía muchas ganas de escuchar la historia del oso arrullero, decidí no
embarcarme en ninguna compra más. ¡Me sentía agotado! La casa ya estaba casi
ordenada, hasta mi tío reconoció que parecía un lugar decente para vivir.