Page 99 - Fantasmas, espectros y otros trapos sucios
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vigilante y jardinero.


               —Abra la puerta, soy yo —dijo con una voz que no reconoció como la suya.


               El viejecillo levantó la cabeza y entrecerró los ojos intentando ver la borrosa
               silueta de Armandito escondida en la oscuridad.


               —Le ordeno que abra la puerta —repitió Armandito—. Llame ahora mismo a
               mis padres.


               El viejecillo ni siquiera se movió.


               —No sé quiénes son tus padres —resopló el anciano— y deja de molestar. Aquí
               no queremos más problemas, suficiente hemos sufrido con lo que pasó.


               —¿Qué pasó? —Armandito sintió un mareo.


               —Fue un funeral muy triste, muy solitario —suspiró el viejo.

               —¿De qué habla? ¿Quién murió? —El corazón le dolió de lo rápido que latía.


               —El niño de la casa, Armandito Argumosa. —El viejo se quitó el sombrero—.
               Pobrecito, tan joven, yo mismo cargué el ataúd camino al cementerio.
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