Page 95 - Fantasmas, espectros y otros trapos sucios
P. 95

la puerta y al extender la mano se topó con un rostro helado.


               —No toques mis juguetes —murmuró la voz.


               Armandito sintió un airecillo helado. Apenas podía respirar por el miedo. Salió
               corriendo buscando la salida, pero en su desesperación se golpeó la cabeza con
               una viga baja. Todo se volvió negro. El dolor, por primera vez, se convirtió en el
               mejor alivio.


               —Me obligaste a hacerlo —dijo doña Petra cuando Armandito despertó—. Yo
               no quería llegar a esto pero tú te lo buscaste.


               El niño tenía las manos atadas con una soga.


               —Te he vuelto a dejar un poco de comida —agregó la abuela—. Es lo último
               que te doy, si no comes, no habrá más.


               Armandito se quedó solo, al lado de su cama había una charola igual a la
               primera, con un vómito de masa negruzca y un vaso rebosante de viscosidad con
               olor a pasto. El niño tenía mucha sed, sentía los labios despellejados, la boca
               ensopada en arenilla. Intentó llorar, pero ya no tenía lágrimas. Sin embargo no
               comió ni bebió nada.


               Tenía una sospecha, suficientemente fuerte como para seguir luchando. Había
               recordado de quién era el tren de latón que encontró bajo la escalera, era de un
               primo llamado Sebastián. La frase que oyó en la oscuridad le dio una pista “no
               toques mis juguetes”. Lo raro es que no podía ser el primo Sebastián porque
               había muerto hacía tres años, al igual que su gemela Rosario y que la prima

               Berta y el primo segundo Felipe, incluso, igual que su propia hermana,
               Cristina…

               Le recorrió un espasmo de horror, todos ellos habían muerto de una extraña y

               fulminante enfermedad, todos cuando acababan de cumplir los once o doce años
               ¡como él! ¿Todos habían sido llevados a la casa de la abuela para que los
               “curara”? La prueba se hallaba en el cuarto bajo las escaleras, allí estaban las
               maletas de los niños que enfermaron en la familia y nadie los volvió a ver.


               En ese momento Armandito desplegó un abanico de horrorosas posibilidades,
               seguro la abuela usaba a los niños para algo… Miró de nuevo la repugnante
               comida, sintió las vendas húmedas sobre su cuerpo. Entonces tuvo un terrible
   90   91   92   93   94   95   96   97   98   99   100