Page 92 - Fantasmas, espectros y otros trapos sucios
P. 92
sábanas, vas a pasar frío porque en la madrugada refresca.
—Mi madre le quitaba la cáscara a la fruta —señaló Armandito al ver en la
charola una manzana sin pelar.
—Aquí lo harás todo tú solo, no hay nadie que te sirva. Voy a venir mañana a
hacerte las primeras curaciones. Por cierto, es mejor que te acabes la comida, si
la tiras o no te la comes, no te daré más.
Y al decir esto cerró la puerta.
Armandito no podía creer semejante desfachatez ¿Se había muerto y eso era el
infierno? ¿Estaba viviendo una pesadilla? Debía ser así pues al destapar el resto
de las bandejas quedó asqueado, la comida era una masa negruzca de la misma
consistencia que el vómito, al lado había un vaso con un espeso líquido color
verde oscuro que olía a pasto. Lo único decente era la manzana y fue lo que
comió con el riesgo de atragantarse con la cáscara. Armandito seguía con sed,
una sed terrible que le causaba un escozor en la garganta.
Comprobó que lo que decía su abuela era verdad, nadie asistió a pesar de todos
los gritos, y ya no le cabía en la cabeza toda la lista de quejas que tenía que darle
a sus padres, pero lo primero que les diría es que lo sacaran de ahí, no podían
dejarlo para siempre en ese lugar. ¿Y se supone que así tenía que curarse? ¿Qué
todo el mundo se había vuelto loco?
Armandito nunca se había quitado él mismo la ropa ni puesto la pijama, así que
se durmió tal como estaba. Tenía tanta sed que incluso probó un poco del líquido
verdoso, era como darle un trago a un charco estancado, empujó el vaso y se
volcó manchando la colcha, el tapete y salpicó parte de la pared. En realidad
Armandito no quiso tirarlo, pero se alegró de que sucediera.
La primera noche sucedió algo rarísimo: Armandito se durmió para olvidarse de
la sed, entonces, como a eso de las cuatro de la mañana lo despertó el frío
intenso. Se puso encima el abrigo parisino que su madre le puso en la maleta y
estaba a punto de conciliar de nuevo el sueño cuando escuchó un ruido que
provenía del jardín. No podía ver por los gruesos tablones, pero claramente
escuchó gritos, pisadas y resoplidos. Dentro de la casa alguien lloraba. Unos
minutos después, volvió el silencio. Armandito estaba tan aterrorizado que no
consiguió dormir de nuevo.