Page 40 - Fantasmas, espectros y otros trapos sucios
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que me mantuviera a ras del suelo, junto a ella.


               Fue un buen consejo, pues dentro del espejo los contrincantes iniciaron una
               batalla campal. Leopoldo tomó el reflejo de un jarrón y lo arrojó al fantasmita, el
               cual respondió lanzando una maceta, una silla, un cuadro. Muy pronto la sala del

               reflejo estaba completamente destrozada, mientras que en el plano real, las
               macetas se llenaron de grietas, las plantas se secaron y los muebles comenzaron
               a descoserse de los forros.


               La lucha duró unos quince minutos hasta que en una admirable maniobra el
               fantasmita inmovilizó a Leopoldo colocándose detrás de él para meterle los
               dedos en la nariz, apoyó un pie en la espalda y de manera un tanto asquerosa le
               abrió una fosa nasal, las mucosas, la cabeza… hasta que lo giró por completo,
               como calcetín. Del interior de Leopoldo salieron dos polillas y una llave de
               cobre.


               Con toda calma, el fantasmita abrió el maletín y salieron un centenar de
               frasquitos, todos se estrellaron en el suelo. De uno brotó una gigantesca maraña
               de cabello, de otro emergió una nube con aroma a betabel, por aquí un borbotón
               de pecas, por allá lunares y más acá la voz de los discos de Caruso.


               La mujer retiró el velo de novia del espejo y el aguerrido fantasmita regresó a su
               guaje. Después, la mujer tomó a Leopoldo que parecía papel mojado, lo dobló
               cual sábana percudida y lo guardó en su respectivo recipiente.


               Yo tenía miles de dudas, pero la más importante era: ¿habían terminado los
               problemas?


               —Todo lo que se robó el espectromex está en la fantasmera —explicó al fin la
               mujer—. Trae a las personas que perdieron algo y con solo mirarse en el espejo
               estarán completas otra vez.


               Y de este modo mi padre volvió a recuperar la otra mitad de su sombra, Lore
               encontró sus ciento catorce pecas, Celio, el capataz volvió por su grasienta
               cabellera; a mi tía Tacha le regresó el color y también los ánimos para pelear en
               la guerra… Hasta volvió a mí la mugre del cuello y la cerilla de las orejas. Todo
               estaba como antes.


               Me sentía muy agradecido con la misteriosa mujer.
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