Page 36 - Fantasmas, espectros y otros trapos sucios
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EL FINAL DE “FANTASMAS EN SU JUGO”
SEGÚN RECORDARAS, el día de mi primera comunión una extraña mujer me
regaló un guaje con un fantasma.
Recordarás también que mi mascota fantasmal se salió de control por mi culpa y
entre otras barbaridades, se robó la mitad de la sombra de mi padre, y cuando
creí que todo estaba perdido encontré a la misteriosa mujer que aceptó ayudarme
a recomponer todo.
Cuando regresamos a Sombrerete descubrimos que Leopoldo seguía aumentando
su colección. Vimos gatos sin bigotes, árboles sin hojas, gente sin fuerzas ni
chapitas en las mejillas, perros que ladraban sin que se oyeran sus ladridos.
Llegamos a mi casa. En una habitación en penumbras mi padre agonizaba con su
media sombra, mientras que mi madre estaba a punto de fallecer de puro
cansancio.
—No se preocupen, ya encontré la solución de todo —les aseguré.
La verdad no tenía idea de cómo se resolvería el problema y lo dejé en manos de
la mujer desconocida. Mi ayuda consistió en reunirle los ingredientes de la
fumigación.
Según recordarás, la mujer me había pedido verduras cocidas, un traje de
marinerito, un libro en latín, una pizarra escolar, una regla de madera y otras
cosas igual de absurdas. Ninguno de esos objetos era apreciado por los niños.
—Para ti son asquerosidades, por lo tanto, para tu fantasma son un verdadero
tesoro —me explicó la mujer—. Los usaremos como anzuelos hasta llevar al
espectro directo a la fantasmera.
A pesar de su rimbombante nombre, la fantasmera era un vulgar cesto de mimbre
en cuyo interior había un viejo espejo.
La mujer colocó un trozo de betabel en la calle, unos pasos más adelante dos
calabacitas y después, el traje de marinerito. Leopoldo apareció en menos de un