Page 34 - Fantasmas, espectros y otros trapos sucios
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¿Había escuchado la palabra pagar?
—Sí, dije eso. Aquí nada es gratis —dijo mi tío.
—Pero eso no es justo —exclamé ofendido—. Nunca me advertiste que costaría.
—Claro que no, ¿cómo voy a venderte algo que no conoces? Solo ahora que
sabes el principio te puedo cobrar el final.
El trato parecía bastante mañoso, pero de cualquier modo no podía hacer nada:
—No tengo dinero.
—Lo imaginé —dijo el tío Chema apaciblemente—. Verás: así como el guaje
fantasmal, esta casa guarda muchos tesoros, están ocultos entre la basura porque
no quiero que se los lleve quien no los merezca… y por eso te propongo algo.
Lo miré con desconfianza.
—Ayúdame a organizar mi casa, a limpiarla para hacer un inventario. Si tú aseas
un poco, te doy el final del relato que falta y si quieres te cuento más historias,
tengo muchísimas, no te alcanzaría la vida para oírlas.
Lo pensé un poco. Para ver a qué se refería con eso de “comprar historias” a
cambio de trabajo, pregunté:
—Por ejemplo… ¿A cuánto me sale una historia como la de tu mascota
fantasma?
—Veamos. —Mi tío cerró los ojos para hacer cuentas—. Si por cada párrafo me
tienes que limpiar una ventana, cada personaje vale una pila de ropa, quince más
cuatro, por tres… menos seis… ¡mmmh!, sale como hacer la limpieza completa
de una habitación incluyendo aspirado de alfombras, lavado de ventanas y pulido
de cristalería.
—¡Es carísimo!, tendría que pasarme todo el día limpiando.
—Bueno, te haría una rebaja de cliente frecuente. Además ya te regalé el
arranque de la historia, para oír el final solo tendrías que lavar el baño de mi
habitación.