Page 31 - Fantasmas, espectros y otros trapos sucios
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—Los fantasmas son más débiles entre las doce y la una de la tarde, es su hora
de la siesta.
—¿Los fantasmas toman siestas?
—De alguna manera tienen que matar el tiempo —dijo la mujer con naturalidad
—. Y aprovecharemos que tiene la guardia baja para fumigarlo.
—¿Los fantasmas se fumigan? —volví a preguntar atónito.
La mujer suspiró, era evidente que la estaba hartando con tantas preguntas.
—Solo se fumigan cuando se vuelven una plaga. Ahora apunta: necesitaré un
manual de catecismo, un traje de marinerito, una pizarra de escuela, una regla de
madera, un poco de betabel, calabacitas cocidas, un libro gordo en latín…
Yo iba apuntando todo mentalmente, no lo dije, pero me pareció que los
ingredientes de la dichosa fumigación parecían más una chifladura que un
trabajo profesional para acabar con fantasmas.
—Ah, y también necesito una canasta de mimbre para colocar la fantasmera —
anotó la mujer.
Vaya, eso sí sonaba interesante, imaginé que la dichosa fantasmera era un
aparato mágico que atrapaba a los fantasmas con imanes poderosísimos.
—Aquí la tengo —dijo la mujer sacando de su sucio costal un espejo
herrumbroso—. Sin la fantasmera no podemos hacer nada.
—Parece un espejo —observé desilusionado.
—¿Tú crees? —Sonrió fingiendo sorpresa—. Parece un espejo… porque lo es.
Me sentí incómodo, no sé si por la situación en general o por el extraño sentido
del humor de la mujer.
—Despabílate, chamaco. —Me dio un codazo—. Estamos a punto de
enfrentarnos a un espectromex muy peligroso, así que más vale que lo
atrapemos, de lo contrario, reza para que Dios nos agarre confesados…