Page 41 - Fantasmas, espectros y otros trapos sucios
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—Usted nos salvó —le dije conmovido—. Se merece una fiesta, una
recompensa, todo Sombrerete debe darle las gracias.
—De ninguna manera —me detuvo tajante—. Nadie debe enterarse de que
estuve aquí. Parte de mi trabajo consiste en convencer a otros de que no existo.
Me quedé muy confundido, pero la mujer lo decía en serio, recogió sus cosas
para irse, de reojo vi que su costal estaba lleno de guajes, había por lo menos una
docena de diferentes tamaños, y todos ellos tenían al frente un rostro pintado con
vivos colores.
—¿Esos también son fantasmas ? —pregunté asustado.
—Sí, pero ni creas que te voy a dar otro —cerró rápidamente el costal.
—No quiero más… Solo quiero saber ¿por qué tiene tantos? ¿Es usted un
distribuidor autorizado?
La mujer sonrió ante la idea y justo después adoptó un aire serio.
—No tiene caso que te explique, no entenderías…
—Entonces usted los cuida.
—¿Por qué lo dices? —preguntó con curiosidad.
—Nunca suelta el costal —señalé—, sabe cómo funcionan los fantasmas y
siempre tiene cara de preocupación.
La mujer sonrió con infinita amargura.
—Tienes razón… soy la guardiana, pero no siempre podré protegerlos… por eso
viajo de pueblo en pueblo, buscando a otros cuidadores…
Me lanzó una mirada de reproche. Para evitar el tema de mi desobediencia, seguí
con mis preguntas:
—¿Y cómo consiguió esos guajes? ¿Por qué guardan espectros ? ¿Quién es el
fantasma que trae en el guaje más pequeño? ¿A qué se refería con el hechizo de
obediencia?