Page 130 - Llaves a otros mundos
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—¡No! —escuchó gritar a Bruno Rufián. Desde el décimo piso le aventó toda

               clase de polvos y rayos. Pero a Ana no le hacían daño. Ahora crecía con cada
               respiración, y su piel emanaba fuego.

               —¿Qué pasa? —el brujo estaba anonadado con la transformación de Ana, que ya

               alcanzaba la altura de cinco pisos, seis…

               —Te queremos, hija —se escuchó a lo lejos. Eso bastó para que Ana rebasara la
               altura del edificio.


               —¡Basta! —gritó el brujo, y la atacó con todos los conjuros que se sabía.


               Pero la Ana de fuego que tenía frente a él no se inmutó con ninguno de sus
               hechizos. Tomó a Brunito con la mano.


               El brujo solo acertó a dispararle con su báculo. Los rayos rebotaban en el cuerpo
               encendido de Ana y caían a lo lejos, provocando explosiones por toda la ciudad.
               Los que llegaban al cielo electrificaban la noche. Todo ardía.


               —¡Suéltame! —gritó.


               Ana lo puso a la altura de sus ojos.


               —Ya no volverás a hacer daño.


               Caminó algunos pasos entre la ciudad destruida; por su enorme tamaño llegó
               muy pronto al volcán camaleón.


               —¡No lo hagas, Ana! —le ordenó el brujo—. ¡No te vas a deshacer de mí!
               ¿Crees que no puedo sobrevivir a un volcán?


               —No —contestó ella tranquila—, creo que no podrás sobrevivir a mí.

               —¡Aaaagh! —Bruno no conseguía soltarse.


               —Adiós —se despidió, y lo arrojó al cráter.


               Bruno Rufián, con sus últimas fuerzas, gritó. El grito hizo que el volcán hiciera
               erupción intempestivamente y una ola de lava lo engullera con rapidez. El brujo
               explotó en miles de llaves que volaron por los cielos. Luego, silenciosamente el
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