Page 157 - El Bosque de los Personajes Olvidados
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Luego de la visita de la bruja, un sinfín de espinos crecieron alrededor de la

               montaña, y en el valle cercano la bruma se volvió aún más densa, al grado de
               que la cumbre resultaba casi imposible de ver a la distancia, lo cual me permitía
               volar con mayor libertad. De los espinos que crecían cerca del lago formado
               con la nieve derretida tras el invierno brotaron algunas flores turquesa, en cuyo
               centro había piedras brillantes que atrajeron a muchas criaturas pequeñas, y
               éstas a su vez a otras más grandes con las que comencé a interactuar. Después
               de todo, la visita de la bruja había traído cosas buenas.


               Una tarde, al regresar de un vuelo a enorme altura, vi algo inusual junto al
               lago: un sujeto que no tenía pinta de ser un hombre, pues era muy pequeño, pero
               resultaba muy alto para ser un niño, escudriñaba agachado las gemas en los
               centros de las flores, y hablaba emocionado con un topo regordete y bastante
               grande que yacía a su lado.


               Planeé con cuidado para que mi sombra no los asustara, y aterricé. Me sostuve
               con cuidado de una de las laderas del valle para observarlos mejor. El
               hombrecillo estaba tan sucio que parecía parte del paisaje. A un lado suyo había
               un agujero en la tierra.


               —Te digo que son únicas. No existen flores así en ningún otro sitio de nuestro
               mundo. Éstas las ideó una mente maestra —dijo el hombrecillo al topo.


               —Debió crearlas un mago o una bruja abismal; sólo ellos pueden hacer cosas así
               —respondió el topo.


               —No menciones ni sus nombres; es de mala suerte invocarlos. Sólo tomaremos
               unas cuantas y nos iremos.


               —¿Y si son del jardín de la Bruja Oscura? —insistió el topo desperezándose.


               —¡Que no digas su nombre! Ella no puede vivir aquí, pues todos la conocen, así
               que no le corresponde estar en un lugar que colinda con el Bosque de los
               Personajes Olvidados, como nosotros.


               —Ella podría vivir donde quiera, porque es…


               —¡Basta! —interrumpió el hombrecillo al topo—. No me gusta hablar de esas
               cosas. Te dije que tomaremos sólo algunas y ya.
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