Page 152 - El Bosque de los Personajes Olvidados
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inexperiencia, tendrías problemas en derrotar.


               —Yo no he iniciado una guerra.


               —No, pero es posible que seas tú quien deba terminarla —el gnomo miró al
               cielo, como si en él se hallara la respuesta a una pregunta no formulada—.
               ¿Sabes?, hay una laguna al fondo de un río subterráneo, bajo el Bosque de los
               Personajes Olvidados, un sitio escondido, a donde llega el sol de modo
               inexplicable. Al lado de la laguna hay un oráculo que revela lo que aún nadie

               sabe que se preguntará. Mi señor ha estado allí y ha sabido tres cosas: que tú
               existías, que tendrás tres encuentros con seres diversos antes de cambiar el
               rumbo de nuestra historia, y que, si encuentras al portador del amor más puro de
               nuestro mundo, jamás volverás a estar sola.


               A pesar de que nada tenía sentido para mí, la energía mística del gnomo y su
               aura me hicieron sentir que era un amigo, el primero, y que decía la verdad.


               —Mi señor solicita que olvides este encuentro —agregó el gnomo, regresando a
               su tono ceremonioso—, pero no el mensaje. Éste era el único conducto seguro
               para hacértelo llegar. La presencia de mi señor te acompañará siempre, no lo
               dudes, pero venir aquí aceleraría el momento decisivo de esta historia, misma
               que, aclaro, no es el destino. Confiamos en que tomarás la decisión correcta —
               dijo con una noble sonrisa y desapareció.


               Desde ese momento me sentí menos sola, menos extraviada. Había un alma que
               me cuidaba e inundaba de sosiego cuando la tristeza o la desesperación
               aparecían, y me daba la certeza de que las palabras del gnomo tenían sentido.
               Tuve que esperar catorce años a partir de aquel momento para comprender su
               mensaje.






                                                  El primer encuentro






               —Escucha, Ilene. Escucha —fue el susurro que, como una brisa, recorrió mi
               cuerpo y pareció congelarlo, pues la voz que lo producía daba la impresión de
               contener la oscuridad del infinito.
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