Page 154 - El Bosque de los Personajes Olvidados
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—Otra cosa que tenemos en común —respondió con malicia—. Me pregunto si
lo que sabes sobre mí te lo dijo tu conexión mística o alguien más. Aunque al no
haber sido ideada del todo por la mente de escritor alguno, pues ya no se
requieren monstruos en nuestro mundo, supongo que debió ser un chisme que te
contó algún ser místico. ¿Acaso el elfo milenario que dejó que un timador le
robara el mapa infinito para que el Príncipe Encantador lo aceptara como parte
de una historia cuando su hijo accediera al trono?¿Sabías que el elfo sólo se dejó
hurtar porque supo que tal mapa ayudaría a planear el mejor ataque posible para
acabar conmigo, la Bruja Oscura, el ser más poderoso de nuestro mundo? Sí, una
mujer más poderosa que cualquier hombre. Lo que el elfo no supo, o tal vez a él
no le importó, fue que, a cambio de no ver a una mujer en la cumbre del poder,
ofreció también la ruta para atravesar el Bosque de los Personajes Olvidados y,
por lo tanto, la forma de llegar aquí o a cualquier otro sitio de este mundo,
aunque, claro, eso requiere a un lector que vea a través de la magia mística.
Aquella mujer no alardeaba de su poder, algo en mí lo sentía, algo en mí le
temía. Supongo que se dio cuenta, porque continuó su discurso con gran
satisfacción, a pesar de que me mostraba lo más renuente posible a que siguiera
acercándose.
—¿Sabías que en la última gran batalla hubo hadas que ofrecieron al Príncipe
Valiente los dones que encaminaron su poder a la destrucción de los tuyos?
¿Tienes idea de cuántas de ellas podrían dar lectura al mapa y a cambio de qué?
¿Y qué tal si el Príncipe Valiente encuentra este sitio en el mapa mientras busca a
otros abismales? Tal vez su ejército ya venga en camino…
Le temía, cierto, pero no iba a dejarme intimidar tan fácilmente. Después de
todo, yo era una dragona.
—No me hagas obligarte a que te vayas.
La bruja soltó una carcajada que sonó como el tañido de una campana.
—¿Podrías?
No sé cómo, ni por qué, pero mi corazón ardió, al igual que mi sangre, que mis
miedos. Antes de que aquel ser oscuro pudiera aproximarse lo suficiente para
poner su mano sobre mi piel, lancé, sin pensarlo, un halo de fuego a mi
alrededor. Ella no se detuvo, más bien pareció maravillarse. Moviendo sus
manos con gracia, como si de una danza se tratara, manipuló mis llamas hasta