Page 56 - Hasta el viento puede cambiar de piel
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—¿Y tú?, ¿no me vas a saludar?


               Apenada me acerqué a ella para besarla y abrazarla. Entonces, arrastrando los
               pies, se dirigió a la sala y se sentó. Se veía agotada.


               —Lo que debe hacer la policía es vigilar —dijo Érika—. Es ridículo que la
               opción que nos dejan sea escondernos.


               —Pues mientras no haya pistas, no se puede hacer nada —aclaró mamá,
               mientras se quitaba los zapatos y yo iba a su cuarto por sus pantuflas. Pude
               escuchar que añadía—: Ya los oíste, Érika, tienen que pasar tres días más para
               que consideren a Lulú como desaparecida, y mientras tanto siguen
               desapareciendo nuestras amigas. Les he estado mandando pensamientos a todas

               ellas, pero ninguna da señales. Me temo lo peor —me dirigió una mirada
               decidida—. Así que ya lo sabes, jovencita. No quiero que salgas de aquí
               mientras no haya vigilancia y este asunto no se haya resuelto.


               Estuve a punto de protestar. Yo tenía que ir al otro día a conseguir pistas. La
               escuela no me importaba mucho en ese momento, pero sí resolver este problema.
               Si la policía quería pistas, se las daríamos, sólo que por lo visto habría que
               conseguirlas sin que se enterara mamá.


               —¿Por qué no dejas de trabajar unos días, tía? —preguntó Érika.

               —Eso es imposible, ¿cómo viviríamos? No tengo casi nada ahorrado y si faltara

               a la fábrica me despedirían de inmediato. ¿Puedes creer que quieren despedir a
               Frida, sólo por no haber llegado a entregar su trabajo? Nadie quiere creer que ha
               desaparecido.


               Después de merendar, Érika se veía un poco nerviosa y no se decidía a ir hasta
               su casa. Yo también habría tenido miedo de caminar sola por las calles oscuras
               para llegar a una casa, también oscura, que amenazaba con tragarte si no
               prendías rápido la luz.


               Mamá la invitó a que se quedara a dormir esa noche:


               —Las calles no son seguras estos días.

               Así que por esa vez, mi prima se fue a dormir conmigo.
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