Page 79 - Hasta el viento puede cambiar de piel
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cuando la señora Katya y mamá se pusieron a discutir:


               —Hay que exigir que vayan a buscar por todo el desierto —dijo la señora.


               —Levantaremos denuncias hasta que se cansen de nosotras —aclaró con energía
               mi madre.


               —Hoy mismo el presidente municipal nos va a oír.


               —No puede haber otra desaparecida más.


               Ésa era mi oportunidad, y yo pregunté:


               —¿Quién desapareció anoche?

               Las dos señoras me miraron con asombro:


               —Nadie que sepamos —dijo mamá.


               Tania me pregunto asustada:


               —No me digas que cambiaste de piel otra vez, amiga.


               Le conté a mamá sobre mi cambio de piel durante todas las noches anteriores y
               ella me dijo:


               —No te apures. No creo que el viento del norte tenga algo que ver en esto. Debe
               de ser una coincidencia.


               A las mamás podían preocuparlas las recaídas y las fiebres, pero nunca las
               coincidencias. Con todo y eso, me sentí más tranquila.


               En cuanto nuestras mamás se fueron, Tania me dijo:


               —¿Cómo crees que esté Mario? Estoy preocupadísima por él.


               —Lo mismo estaba pensando.


               —¿Cómo te sientes? Tal vez podamos darnos una escapadita e ir a verlo.

               —No podemos salir, Tania. Podría recaer —ya sonaba yo como mi mamá.
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