Page 81 - Hasta el viento puede cambiar de piel
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de pronunciar que habían salido de la boca del Bicho; es más, yo no creía que él

               supiera que existían las palabras “necesito” y “ayuda”. Pero cuando continuó,
               unos segundos después, entendí por qué se había atrevido a hablar así—. Mi
               abuela desapareció.


               Ninguno de nosotros tres, es más, nadie en la escuela sabía que el Bicho tuviera
               una abuela. Todos creíamos que vivía en una casa abandonada llena de ratas,
               vampiros y, claro, escorpiones y garrapatas. Pero después me puse a pensar que
               si Drácula tenía una mamá, un Bicho, por terrible que fuera, bien podía tener
               abuelita. De cualquier forma fue una impresión muy grande. Cuando nos contó
               sobre ella, no lloró, pero yo pude ver en su rostro que tal vez simplemente ya se
               había cansado de llorar; sus ojos se veían rojos e irritados, como si los hubiera
               tallado con limón.


               —Nunca quise hablar de ella... No me gustaba que le dijera a la gente su futuro.
               A cualquier persona que veía le decía cómo iba a estar en un año o en un mes.
               Decía cosas raras como “Cuídate esa pierna porque te la puedes lastimar el
               próximo mes” o “Te felicito por el niño que tendrás en un año”. Lo peor de todo
               es que siempre era cierto y la gente la veía raro, como si fuera una bruja, y eso
               que ella ni siquiera era vieja.


               Nos explicó que su abuela apenas salía, ya que tenía enfermas las piernas, a
               pesar de tener como cincuenta años, por eso no la conocíamos. Tania y yo le
               explicamos que su abuela no era rara, que todas las mujeres teníamos un sello
               como el de ella. Y que nadie la podía haber visto raro, aunque así lo creyera él.


               Jujú (es decir, el Bicho) guardó silencio un momento y luego continuó:


               —La abuela me dijo desde antes de que empezaran las desapariciones que no
               había podido ver a la señora Pilar, ni a su mejor amiga la señora Frida en el
               futuro. “Algo les va a pasar”, me dijo. Y cuando empezaron a desaparecer las
               mujeres, ella me pidió que le avisara a sus amigas que no salieran de sus casas,
               pero no lo hice. Anoche salió de la casa. Yo no la vi hacerlo. Dijo que le iba a
               avisar a otra mujer para que no saliera más. Dejó esta nota.






               “Yo sé que no me crees, pero tengo que hacer algo. Ella es como mi hermana
               menor. Hoy me miré en el espejo y no pude verme en el futuro. No te apures si
               no regreso, pero no desapareceré sin intentar detener esto primero.”
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