Page 32 - El sol de los venados
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–¿Tú lo has visto?
–No, sólo sale de noche. Dicen que se toma un traguito en uno de los cafés de la
plaza y después se va a caminar.
–¿Tu papá lo conoce?
–Claro que sí. Y una vez le regaló uno de sus libros dedicado.
–¿Cómo dedicado?
–Quiere decir que escribió una frase amable y firmó debajo. Mañana te lo
muestro, si quieres.
Me puse muy contenta; al menos, iba a conocer la firma de un escritor de
verdad.
Por la noche, después de la cena, tuve que arrullar a José hasta que se durmió.
Luego, me senté al lado de Tatá a hacer la tarea. Tatá ya había empezado, ya
había hecho los malditos problemas. Quise copiárselos, pero me quitó el
cuaderno enseguida.
–Jana, si no los haces tú misma, nunca aprenderás.