Page 40 - El sol de los venados
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La abuela se vino encima de mí furiosa. Salí corriendo, abrí la puerta que

               conducía al desván de la casa y bajé a tientas las escaleras oscuras. Todas las
               casas de mi calle son bajitas por delante y altas por detrás, porque están
               construidas al borde de un barranco. Oí la voz de la abuela llamándome, pero
               quería darle un buen susto por haberme pegado. Seguí bajando, oí un ruido y
               empecé a temblar. Vi una sombra blanca allá abajo, una rata me pasó por encima
               de los pies. Pegué un grito y todo se volvió más negro aún.






               Cuando abrí los ojos, vi el rostro de mamá. Quise hablar y no pude. Luego, me
               di cuenta de que todos estaban a mi alrededor: papá, la abuela y todos mis
               hermanos. Creí que me había muerto, pues en las radionovelas que escucha la
               abuela, cuando alguien se muere, todo el mundo se pone alrededor de la cama
               del muerto.






               –¿Estoy muerta, mamá? –le pregunté asustada.





               Mamá me abrazó muy fuerte y me dijo:






               –No, Jana, gracias a Dios. Te encontramos anoche desmayada allá abajo. Has
               tenido mucha fiebre y has delirado.






               –¿Delirado?






               –Has dicho cosas raras. Que veías una sombra blanca. Era por la fiebre.





               –Vi un fantasma y una rata me pasó por encima.
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