Page 41 - El sol de los venados
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La abuela se acercó y me tomó de la mano. Tenía lágrimas en los ojos.






               –Mamá cree que te desmayaste por su culpa –dijo mamá.






               Me aferré del cuello de la abuela mientras le decía:





               –No, abuelita, no es tu culpa, no quiero que llores. Voy a ponerme bien, sobre
               todo si me haces una “caspiroleta”.






               Todos soltaron la carcajada.






               Lo bueno de estar enfermo son los mimos de mamá y de la abuela. La abuela lo
               cuida a uno con caldo de pollo, huevos pasados por agua, y con esos batidos de
               leche, huevo, azúcar y canela que ella llama “caspiroletas”. Mamá nos cuida con
               besos, canciones y con las historias de cuando ella era chiquita, o contándonos
               las películas que ha visto.






               –¿Ya has contado la película de anoche, mamá?






               –No, Jana, estábamos esperando que te despertaras.






               Mamá se sentó al borde de la cama y mis hermanos se le acercaron. Papá se
               llevó a pasear a Nena y a José.
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