Page 42 - El sol de los venados
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–A ver, mamá, cuenta –dijo Coqui.
–Se trata de una historia verdadera –dijo mamá.
Y nos contó cómo Helen Keller, una niña ciega, sorda y muda, pudo aprender a
hablar con las manos gracias a una profesora que dedicó su vida a educarla.
Mientras nos comíamos los dulces –mamá y papá siempre nos traen una bolsa
llena de dulces cuando van al cine–, escuchábamos sin parpadear la voz de
mamá, que contaba como si ella misma hubiera estado dentro de la película. Al
final, hizo que cerráramos los ojos y nos tapáramos los oídos para que
supiéramos un poquito cómo se pudo haber sentido Helen Keller.
El Negro se puso a caminar así y se dio un golpe en la rodilla. Pero no lloró.
Papá les ha dicho a Coqui y al Negro que los hombres no deben llorar, que eso es
de mujeres. Ismael no lo cree; dice que si los hombres tienen derecho a reír,
también tienen derecho a llorar.
Me gustó mucho la película y pensé que me gustaría verla después, cuando fuera
mayor, porque las películas que pasan en nuestro teatro en sesión de noche no las
pasan en la matinal de los domingos.