Page 29 - La venganza de la mano amarilla y otras historias pesadillescas
P. 29
lo peor. No pude aguantarme y los ojos se me nublaron. Las lágrimas no se
habían agotado cuando acomodé suavemente su cabeza sobre mis piernas. Tenía
la frente inflamada del golpazo que se dio y a pesar de que estaba en peligro de
morir me dedicó otra de sus deliciosas sonrisas. Le di un beso mientras ella
dejaba correr un hilo de palabras:
—Voy a estar contigo, mi niño.
—¡Guille! ¿Qué pasó, hijo? —exclamó mi mamá—. ¿Te caíste? ¿Dónde te
golpeaste? —y se puso a revisarme.
—Yo no, fue mi abue. Rodó por las escaleras. Ella se quedó mirándome de una
manera extraña. Como que no me creía.
—Tuviste otra pesadilla, ¿verdad?
—No.
—Te digo que es ella la que está mal. ¿No la ves?
Mi mamá me miró con una mezcla de ternura y compasión. Me acarició el
cabello y usando las palabras más suaves que tuvo a la mano me dijo:
—Hijo, tu abuelita Mina murió hace trece años, tú ni siquiera habías nacido.
—¿Murió? —pregunté desconcertado.
—Sí, antes de que nos viniéramos a vivir a esta casa. Se tropezó con su bastón y
cayó por la escalera. Vivía sola. Yo estaba recién casada con tu papá. Por ella te
pusimos Guillermo.
Y me abrazó. Al volver la vista hacia mi abue, su cuerpo ya no se encontraba
ahí.
Algunas noches, cuando todos duermen y no se oyen ni los ronquidos de mi
papá, dentro de aquel silencio tan puro alcanzo a distinguir el bastón de mi abue
arrastrándose por el pasillo. Ella se detiene frente a mi puerta y pronuncia mi
nombre. Pero sus palabras temblorosas cada vez son más débiles. Parece que se
le está apagando la voz. Sonrío y caigo en un sueño plácido y profundo.